Plastilina celeste
5m

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Los consejos de mi abuelo facho

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Ha llovido en el arenero del jardín de infantes, pero Alex y Lucas se sientan de todas formas en el suelo mojado. Es el segundo recreo y hay nubarrones oscuros en el cielo de Mercedes. Alex tiene la boca llena de una pasta celeste, y Lucas lo mira con un poco de envidia infantil.

ALEX.- No te puedo creer que todavía no hayas probado la plastilina celeste, Lucas. Es un manjar…

LUCAS.- ¿Vos te pensás que no quiero? La huelo todo el día, la aplasto con el dedo gordo, careteo que hago ceniceros para regalar, pero la señorita tiene muy vigilado el stock de plastilina.

ALEX.- Tenemos cinco años, chabón, estamos en la edad del ‘todo a la boca’. ¿Vos te pensás que vas a tener plastilina celeste a mano toda la vida?

LUCAS.- No. Ya sé…

ALEX.- Si no es ahora, ¿cuándo vas a comer cosas tóxicas? ¿Cuando tengas nueve y sea desarreglo psicológico? Hasta los seis, comer plastilina o tomar detergente prescribe al toque. Desde los siete es reflejo de succión retrasado y cagaste la fruta.

LUCAS.- ¿Te empastillan?

ALEX.- A full te empastillan. Pero lo peor no es eso. Cuando hacés cosas raras en la primaria, te mandan dos veces por semana a hablar con un señor que tiene juguetes arriba del escritorio y tu mamá se tiene que quedar afuera. Enfocá el escenario y soñámelo esta noche…

LUCAS.- ¿Vos estás seguro que la primaria es así?

ALEX.- En primaria, tolerancia cero. Tengo data de un primo mío, que ya está en segundo grado y la está pasando muy mal… ¡Van a querer que escribamos, boludo! Vos no sos consciente de lo que se nos viene.

LUCAS.- ¿Cómo que escribamos? No entiendo.

ALEX.- ¿Viste lo que hacen los grandes cuando quieren dibujar?

LUCAS.- Sí. Unas hormigas en fila.

ALEX.- ¡Eso! En la primaria te hacen dibujar hormigas en fila medio año, y el otro medio año te obligan a que entiendas lo que dicen las hormigas. Son unos desquiciados.

LUCAS.- Me da miedo crecer, Alex.

ALEX.- ¡Por eso te lo digo! (Lo agarra de los hombros, lo zarandea.) Estamos en tercero de jardín, chabón. ¿Sabés lo que nos envidia mi primo? Podemos cagarnos encima y no decir nada hasta que nos hagan upa, podemos olerle la concha a la maestra fingiendo que la queremos abrazar, podemos comer plastilina porque nos cabe el olor. (Se pone de pie, dramatiza.) «¿Que por qué como plastilina celeste, señorita? ¡Porque me cabe el olor!».

LUCAS.- Alex, bajáte de ahí que te mira todo el mundo.

ALEX.- Es que me saco…

LUCAS.- Pero un poco de razón tenés… Dicen que la plastilina celeste es mejor que morder goma de pan recién comprada.

ALEX.- Olvidáte de todo lo conocido, Lucas. La plastilina celeste no pertenece al mundo de lo recreativo… ¿Vos te acordás el año pasado, en este mismo arenero, que discutíamos si era más rico el pebete de jamón crudo o eso que se junta en el ombligo después de correr?

LUCAS.- Nunca nos pusimos de acuerdo. Son dos sabores tan nobles…

ALEX.- Bueno, olvidáte. Desde que llegó al mercado la plastilina celeste esa discusión perdió sentido. Y ojo, porque hay otras ventajas además del gusto.

LUCAS.- Alex, estás poniendo voz de propaganda.

ALEX.- No, no, escucháme… Vos probá plastilina celeste y al otro día andá al baño y cagá. Vas a ver colores que nunca viste salir de vos mismo.

LUCAS.- ¡Qué ganas me diste, hijo de puta! Pero es dificilísimo… ¿Vos cómo hacés para comer plastilina sin que te vea la maestra?

ALEX.- Le pido a mi señorita de ir a hacer pis.

LUCAS.- A nosotros no nos dejan ir al baño en clase.

ALEX.- Ya lo sé. Es un estatuto nuevo que bajó de regencia en marzo, pero hay una grieta legal. Tenés que pedir pis mientras bailás y te agarrás fuerte el pito. Las señoritas te dejan ir a cualquier lado si hay riesgo de enchastre en el suelo. Las docentes nunca quieren limpiar pis.

LUCAS.- ¿Cómo entendés tanto de señoritas?

ALEX.- Son años de observación y vigilancia.

LUCAS.- Yo también las vigilo mucho, pero a la mitad de la observación me enamoro y se me para la poronguita.

ALEX.- Concentráte, Lucas, no te distraigas. Ya pediste de hacer pis y te dijeron que sí. Ahora salís del salón bailando y agarrándote el pito, no pierdas al personaje.

LUCAS.- Ok. ¿Y después?

ALEX.- Cuando estás por llegar al baño, hacés cuerpo a tierra y te arrastrás quince metros a la derecha.

LUCAS.- ¿Al gimnasio?

ALEX.- ¡A la derecha, Lucas! ¿Cómo podés entender la idea «quince metros» y no saber cuál es la derecha?

LUCAS.- ¿Al depósito de los útiles?

ALEX.- Claro, boludín. La derecha es siempre donde tenemos el dedo quebrado.

LUCAS.- Yo no tengo dedo quebrado.

ALEX.- ¿A ver? (Lo mira largamente.) Es verdad. No tenés… ¿Y otra cosa? ¿Un lunar o algo?

LUCAS.- Tampoco. Pero no importa, seguime indicando que te entiendo perfecto.

ALEX.- No… Es al pedo. No vas a poder comer plastilina celeste si no tenés sentido de la orientación.

LUCAS.- Entonces quebrame un dedo, Alex.

ALEX.- ¿Vos sos loco, sabés la fuerza que hay que hacer para quebrar un dedo? No estás preparado todavía, Lucas. Seguí comiendo barro.

LUCAS.- Odio no reconocer la derecha y la izquierda… Me está privando de un montón de placeres.

ALEX.- ¿De verdad no tenés ningún truco del cuerpo para saber cuál es la izquierda?

LUCAS.- No.

ALEX.- Qué simétrico que sos, nene, te aburguesaste…

(Telón)

Hernán Casciari