No es bueno escribir enojado. Lo mejor es ducharse con agua tibia o pegarle patadas a un almohadón; sólo entonces, escribir. El problema es que acabo de hacer todo eso y sigo enojado. ¡Mierda! Ahora son las cuatro de la mañana del lunes. Hace unas horas, cuando todavía era domingo, tuve la mala suerte de encontrarme, en plena Barcelona, con un caradeforme. No es la primera vez que veo uno, pero sí la primera que no logro esconderme a tiempo. ¡Mierda, mierda! Estoy caliente como una pipa. (Ustedes perdonen.)