1ª sesión: 6 de agosto de 1999
5m

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Charlas con mi hemisferio derecho

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Esta es la primera sesión literapéutica en la que utilicé dos bolígrafos (uno negro, otro azul) para desbloquear una enorme sequía de escritura. En versalitas mi hemisferio derecho, y en redonda el izquierdo.

—A ver, ¿qué le pasa?

—No puedo escribir. Me siento y no me sale nada; lo que tengo para decir no es suficiente.

—¿Es solo una crisis creativa o esconde algo?

—Algo como qué.

—Algo personal… ¿Hay también alguna crisis personal?

—Sí, pero no quiero hablar sobre eso.

—Entendido. ¿Está usted galponeado?

—Correcto; desde hace casi un mes. Trato de no salir a la calle más que para trabajar. Trabajo de dos de la madrugada a nueve. Después me encierro en mi casa.

—¿Ya pasó por la etapa de no atender el teléfono o el timbre?

—Ambos; la etapa comenzó antes de ayer.

—¿Ya comenzó a engordar?

—Todavía puedo manejarlo, aunque tengo arranques con el dulce de leche… Ya empiezo a comerlo a cucharadas y de pie.

—¿Y el porro?

—Sí, fumo un poco más que antes, pero creo que la conciencia de los síntomas de estas crisis me impide dejarme estar. Me siento mucho más…

—¿Más atento?

—Correcto.

—¿Siente que sabe cómo manejarlo?

—No, no es eso. Siento que ahora los síntomas pueden ser otros… Es cierto que tengo experiencia con estas crisis, pero ellas también conmigo.

—¿Supone que ha madurado y las controla?

—Más bien creo que ellas han madurado y ya no van a atacarme por la comida o por la marihuana. Las crisis ya no son adolescentes.

—Pero igual se galponea y no escribe una línea… En eso, las cosas están como siempre.

—Es correcto. Me deshago de la gente que me rodea, dejo de crear, conecto la televisión, duermo muchas horas, desatiendo compromisos…

—¿Ya pasó por la etapa de gastar un dineral en herramientas para dibujo?

—Correcto; ocurrió hace dos semanas; me patiné ciento veinte pesos en lápices, pinceles, pinturas y una regla T… También compré unos libritos de sombras y perspectivas.

—¿Ya pasó por la etapa de meter todo en un cajón y olvidarse de la pintura?

—Estoy en eso. Ya casi no toco un crayón.

—Usted dijo que se deshace de la gente que lo rodea.

—Correcto.

—¿Eso qué significa?

—Que no voy a donde me invitan, que no invito a mi entorno a que me visite y que trato de estar solo la mayor parte del tiempo.

—¿Ha cortado relación con todas las personas que conoce?

—No. Me relaciono con mis compañeros de trabajo.

—¿Incluso en su casa, los invita?

—Dejé de hacerlo. Solo en el trabajo me relaciono con ellos. Trato de evitar que me visiten y esquivo tener que visitarlos.

—¿Entonces a su casa no entra nadie?

—Muy pocas personas, en realidad. Mujeres.

—¿Por qué?

—Para mantenerme sexualmente activo.

—¿Hombres no lo han visitado?

—Una vez recibí a unos amigos de Mercedes a jugar al póquer y a cenar.

—¿Se divirtió con ellos?

—No tanto como en otras ocasiones.

—¿Se siente usted triste?

—No.

—¿Se siente cansado?

—No, tampoco.

—¿Por qué no escribe? ¿Lo sabe?

—En el fondo creo que sí, pero me cuesta explicarlo de una forma lúcida…

—¿Ya no tiene qué decir?

—En realidad creo que ya no tengo interlocutores válidos, que ya no hay nadie que quiera oír…

—¿Oír en general, u oírlo a usted?

—A la mierda, es una buena pregunta. No sé.

—¿Usted está cansado de oírse?

—Posiblemente sí. Mi forma de escribir es algo… quiero decir que me resulta previsible, que ya sé cómo voy a decir lo que tengo para decir.

—¿En qué piensa todo el tiempo?

—¿Qué?

—Que en qué piensa. ¿Hay algo en lo que piense mucho últimamente?

—En los errores del pasado. Las crisis son para pensar en eso.

—¿Son muchos?

—No, solamente pienso en tres o cuatro.

—¿Decisiones apresuradas?

—Falta de decisión.

—¿Y por qué piensa tanto en ellos si son tres o cuatro nada más?

—Pienso en las cosas que hubieran pasado si…

—Siga.

—…

—¿No quiere seguir hablando sobre eso?

—Correcto.

—¿Por qué?

—Estoy haciendo este ejercicio para lograr cierta claridad en mi crisis creativa. No quiero hacer terapia psicológica tradicional.

—Pienso que su crisis creativa está ligada a lo que ocurre en su vida ahora.

—¿Y usted qué sabe de mi vida ahora?

—Para hacer las preguntas escribo con mayúsculas, pero somos el mismo.

—Eso es verdad.

—¿Me quiere contestar, entonces?

—No, ya perdió la magia.

Hernán Casciari