Dejá vù
3m

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Seis meses haciéndome el loco

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A veces tengo la sensación de que algunas cosas que hago ya las he hecho antes. Es extraño, sí, pero me ocurre cada día, sobre todo cuando estoy en el baño, sentado en el retrete… Me da la impresión de que eso ya lo hice antes. Es el mismo olor, el mismo sonido, la misma descompostura. 

Los franceses le llaman a esto déja vù y le sospechan un halo místico. Los científicos, en cambio, lo adjudican a un cortocircuito del cerebro. 

Yo creo que la sensación de estar repitiendo un pequeño acto tiene que ver con la reencarnación. Podéis llamarme loco (de hecho, hace trece años que todo el mundo lo hace y me resbala), pero yo lo creo así e intentaré explicarlo. 

Imaginemos a Juan Pérez, un cartero de Extremadura de cincuenta y cuatro años, al que lo atropella un autobús mientras reparte sus cartas y muere. Deja de existir a las trece horas y cuarenta y cuatro minutos de un miércoles de junio.

A esa misma hora, en todo el ancho mundo, están ocurriendo unos mil cuatrocientos nacimientos de todo tipo, sexo y color. 

El alma del cartero Juan Pérez se convierte entonces en la bola de una ruleta que busca a las desesperadas un cuerpo, un cuerpo flamante, hasta que da con uno cualquiera y al azar. Se trata de Boris, un bebé ruso que nace a las trece horas y cuarenta y cuatro minutos en un hospital de las afueras de Moscú. 

El bebé ruso abre los ojos al mundo cuando todavía el autobús, en Extremadura, no ha dejado de derrapar. Eso parece magia, pero la velocidad de las almas y de los autobuses es casi la misma. 

Por lo general, el alma de Juan Pérez (el cartero extremeño) toma el cuerpo de Boris (el ruso flamante) sin llevar consigo la memoria previa. Pero quizá queden algunos residuos.

Cuando Boris crece, se enamora de una compañera de curso y le escribe una carta de amor. Durante el recreo, va hasta el pupitre de la niña amada y le deja el sobre entre sus libros. En ese momento Boris siente un escalofrío y piensa:

—Oh, tengo la sensación de que esto ya lo he vivido, de que antes he enviado esta carta.

Y es que dentro, la memoria del extremeño guarda el recuerdo de años de entregar correspondencia, y ese recuerdo residual traspasa el tiempo y el espacio y se instala, polizón, en la nueva realidad de Boris.

A mí me ocurre esto cuando voy al baño a hacer de cuerpo. Seguramente mi memoria antes pertenecía a alguien que se la pasaba cagando…

¿Lo veis? No tengo suerte ni en el reparto de almas.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)