Diccionarios demasiado amables
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Cuando buscamos, en el Diccionario de la RAE, la palabra nazismo, nos deriva a nacionalsocialismo; y allí dice que se trata de un movimiento político y social del Tercer Reich alemán, de carácter pangermanista, fascista y antisemita. 

¡Zácate! 

Sin medias tintas y a los papeles, sobre todo en la descripción final. En cambio, cuando buscamos la palabra franquismo, el mismo diccionario nos habla de un movimiento político y social de tendencia totalitaria, iniciado durante la Guerra Civil en torno al general Franco, y bla bla bla. La palabra ‘tendencia’ es la que, en estos días de fin de año, está generando una polémica semántica en buena parte de la sociedad ibérica. La definición de franquismo —demasiado amable, muy poco contundente para media España— hace años que figura de ese modo en el diccionario, pero las reacciones son recientes. Están impulsadas por un grupo llamado ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica). Esta agrupación acaba de denunciar que tal definición «oculta la naturaleza violenta de la dictadura del general Franco, así como las numerosas violaciones de derechos humanos ocurridas bajo su régimen». Y también propone que los ciudadanos propongan otra, para elegir la mejor y ofrecérsela a los sabios que componen el Diccionario Real. 

El debate ocurre al mismo tiempo que la mitad de los españoles intentan derribar los bustos y monumentos dedicados a Franco en muchos pueblos, y la otra mitad hace fuerza para que permanezcan. También hay calles que aún llevan el nombre del dictador, y ciudades en las que es aún hijo dilecto, o padrino, o visitante ilustre, o cualquiera de esas condecoraciones que, durante sus cuarenta años de gloria oscura, sirvieron para adularlo. La mitad de España quiere acabar con esos homenajes extemporáneos, y el resto se esfuerza para que se eternicen. Pero los diccionarios no son el pueblo, ni la lengua posee —no tiene por qué— la calentura coyuntural de quienes la hablan. La Wikipedia (ese enorme proyecto humano, y también borgeano, de catalogarlo todo) también ha tenido, en esta primera década del siglo, sus problemones para unificar criterios. La definición de creacionismo todavía le saca ampollas a medio mundo; y también algunos detalles en las biografías de Nixon, de Hitler o de Jesús. Demasiadas manos en el mismo plato, es verdad. Pero al menos la enciclopedia online tiene reflejos que son hijos de estos tiempos. La RAE, en cambio, asegura que todavía no recibió quejas formales sobre la polémica definición, y dice que si un día les llega, la estudiarán con calma y sin presiones. Mientras tanto, como si se tratara de un viejo busto de bronce, o del nombre de un callejón ignoto en mitad de La Mancha, la etimología del franquismo continuará dividiendo las opiniones de los dos bandos. Por un lado, los que quieren que los diccionarios se conviertan en versiones ideológicas de la historia, y por el otro, los que quieren conocer de un modo sucinto y breve la definición de las palabras que nosotros mismos (y el tiempo, que es nuestro Sancho Panza) nos encargamos de corromper. 

Hernán Casciari