Esta mañana me desperté rara, y no sabía por qué. Era que no sentía el calorcito en las patas. ¿Qué hago? Me siento muy mal, con ganas de llorar, lo veo en todas partes, y a cada rato pienso lo peor. La Sofi me secunda en la tristeza, pero mi marido, que es un ser sin corazón, hace chistes desalmados.
Recién me dice «anoche cuando volvía del club lo vi al doberman de enfrente contento, y con una cola blanca saliéndole de la boca». Me destroza el corazón este hombre a mí, en vez de consolarme. ¿Dónde estás, Cantinflas? Voy a poner carteles por el barrio, después vuelvo.