A ti, lector, te ocurre todo esto cuando tienes que ir a que te sellen algo y hay mucha gente por delante (toda la gente que está por delante en las colas, es gente más responsable que tú). Te dan un número y te dejan tirado. Sabes que tienes dos horas de no hacer nada y eso te agobia. Eso es un tiempo muerto. Para la gente que no tiene imaginación, ese es el gran enemigo de la sociedad moderna, mucho más que el comunismo y el olor corporal.
Yo creo que toda la tecnología, desde hace ya muchos años, está abocada a que las personas no tengan que padecer el tiempo muerto.
Ya se pueden pagar casi todas las cosas bancarias por internet, pero no solo eso. Los teléfonos móviles tienen millones de botones y colorines para el que el homo sapiens no se aburra cuando está esperando un avión, una pizza o a una señorita impuntual.
Sin embargo, el tiempo muerto sirve para muchas cosas: puedes hacerte un tatuaje en el brazo, puedes componer una canción mentalmente, puedes hacer el intento de recordar el perfil exacto de la chica que te gustaba en la escuela, puedes silbar… En las épocas antiguas, cuando había muchos más tiempos muertos, yo creo que también había muchos más cantantes, silbadores y recordadores de chicas.
Pero hay algo mucho más importante que se puede hacer en el tiempo muerto: puedes hacerte amigo tuyo. Conversar contigo.
Yo lo hago.
Yo a veces me siento y me hago chistes, para saber de qué humor estoy. Si me río pronto es que estoy bien. Si tengo que sacar la artillería pesada (es decir, los chistes de Eugenio), es que algo me está pasando.
Los tiempos modernos están acabando con ese termómetro interno que nos indica que hay que serenarse, que nada importa, que lo único que nos queda es conversar con uno mismo. Ya nadie conversa mirándose dentro.
Todo el arsenal tecnológico está centrado en que la gente no se aburra. ¡Qué idiotez más grande! Nos estamos quedando sin tiempo muerto por culpa de los artefactos musicales que te impiden hacer balances de tu vida en un viaje largo a Segovia. La gente ya no piensa, solo presiona botones. La gente ya no silba ni se hace tatuajes con bolis.
El tiempo muerto, amigos míos, está a punto de morir.