Escribo hoy sábado, y no ayer viernes, porque me encontraba muy mal del estómago. Cuando estás mal del cuerpo no quieres escribir: lo que quieres es dormir mucho y que el día siguiente no aparezca nunca.
Tenía pensado escribir cuáles habían sido las cosas buenas que me ocurrieron en el año 2006, en este año que se acaba mañana.
El listado comenzaba así:
Uno. Vi una película muy buena de los Monty Python.
Dos. Leí seis libros (que son dos más que el año 2005).
Tres. Nunca salí llorando después de una visita de mi madre.
Cuatro. Me escapé tres veces y regresé al hospital sin que nadie lo supiera.
Cinco…
Cuando iba por el punto cinco me dio por releer, y me di cuenta de que era un listado sombrío, muy poco tentador, casi estúpido. ¿A quién le importa que haya leído dos libros más? ¿Cómo una persona puede suponer que ver una peli es algo bueno que ha ocurrido durante el año?
Entonces decidí hacer un listado falso, pero más prometedor, y escribí este otro balance de cosas buenas:
Uno. El doctorcito V. me llevó a pasear en su coche. Chocamos, él murió.
Dos. Yo me fui a vivir a Portugal usando su identidad.
Tres. Antes de eso pasé a buscar a Francisca y nos casamos.
Cuatro. Antes de eso hicimos el amor.
Cinco. Antes de eso paramos en una tienda y nos comimos un bocata.
Seis. Antes de eso pasé por mi casa y me llevé la motoreta.
Siete. Antes de eso yo no era gordo.
Este listado me gustó mucho más. A veces no importa que las cosas no sean reales. Lo importante es que sean buenas, que nos den ánimo para seguir viviendo, y que podamos contarlas creyéndolas a pies juntillas.
Ahora me despido de todos vosotros hasta el año próximo, que está al caer. Espero que también hagáis vuestros balances buenos, o que al menos tengáis imaginación para inventaros algo.
Comencé a escribir este texto con el ánimo hundido. Ahora estoy aerostático.