Hace un rato, por teléfono, le pedí al Zacarías «¡pero contame qué hicieron por lo menos!» y mi marido, siempre tan verborrágico, me dice «es largo, mujer, te acabo de mandar un fax con la declaración». Estamos solas la Sofi y yo, acá en casa, y no podemos creer lo que estamos leyendo.
Lo comparto con ustedes en las siguientes páginas, pero por favor no lo hagan público porque es un bochorno:
Luján, a 5 de diciembre de 2003.
Según testimonios aportados por testigos y sospechosos, Cabeza Lorena Silvia, “La Negra” (37), de nacionalidad paraguaya y pareja del menor Claudio B. “el Caio” (15), mantiene una relación sentimental con Américo Piero Bertotti (70), abuelo del menor, a escondidas de este. Y a causa de esto se desarrollan los acontecimientos que siguen:
El anciano y la extranjera organizan un encuentro sentimental en el hotel transitorio “Las Delicias” de esta ciudad. Según sus empleadores, Cabeza aduce padecer varicela para faltar a su empleo; mientras que el anciano hurta el vehículo ciclomotor Vespa, matrícula A-2112, con el que la pizzería realiza las entregas de alimentos. Según el menor “el Caio”, a las 18:15 su abuelo telefonea desde la pizzería a Cabeza para confirmar la cita nocturna, oyendo casualmente Claudio B. “el Caio” la conversación, y decidiendo perseguir al anciano amante con fines que entonces el menor no tenía claros. Fuentes del Departamento de Toxicología de Moreno confirman que el menor ya entonces estaba “altamente drogado” con cannabis denominada punto rojo de procedencia chilena. Egresa de la finca Bertotti Américo, en el ciclomotor ya mencionado, a las 21:05. El menor lo persigue detrás, en un segundo ciclomotor Vespa, matrícula B-37001, a las 21:07. Nadie nota la falta del menor, según hace constar la familia.
El camionero Anselmo E., testigo, afirma que en la ruta hacia Luján, “un viejo loco que iba a los re pedos en una motito” se deshace de una bolsa, arrojándola a la banquina sin detenerse. Se trata de las empanadas del reparto. El testigo camionero también ve cómo, segundos después, “un pendejito con bajón de porro” hace un alto, recoge la bolsa y continúa la persecución comiendo.
Bertotti Américo y Cabeza Silvia ingresan a “Las Delicias” de Luján a las 21:52, según confirma el empleado Ficcioti Rodolfo. El menor, aprovechando su baja estatura, oye el número de habitación que se les proporciona a los amantes, escondido detrás de un helecho del hall y a posteriori da un rodeo al hotel y, abriendo un boquete en la finca lindante, “el Caio” se cuelga por la escalera de incendios e ingresa a la habitación de los amantes interrumpiendo una fellatio, según Cabeza Silvia. Bertotti Américo testifica que el menor lo que interrumpe es un cunnilingus.
Confirma la invasión de propiedad privada una pareja homosexual de la habitación contigua, quien dice haber oído la frase: “Oh cielos, ¡mi mujer con mi mejor abuelo!” a las 23:17.
Una vez dentro, la situación difiere según los testimonios. Claudio B. habla de forcejeos y peleas; Bertotti Américo dice haberse arrodillado ante su nieto para pedirle perdón y también para poder “estare cara a cara perque é petiso el bambino”. Lo único en que coincide el trío es que anciano y nieto acaban retándose a duelo en el descampado conocido como “la loma del monito” que rodea la exfábrica de Leche Basilis, circunscripción Luján. Allí los encuentra el agente oficial Almada, quien dice haber hallado al menor Claudio B. y al anciano Bertotti Américo en medio de una descarnada pelea, provistos ambos de dos alambres de púa y ladrillos. Almada les da la voz de alto. Al intentar la detención, el menor increpa al agente Almada diciéndole “andá a cagar a los yuyos y traéme el sorete que te lo cuelgo en el fotoblog”, improperio que el agente no comprende pero le suena a provocación.
En resumen: por averiguación de antecedentes, pelea callejera, robo de comestibles y vehículos, indocumentación de extranjeros, ingreso a finca privada, portación y consumo de marihuana e insultos de índole extraña a un agente policial, se encuentran detenidos el adulto, la extranjera y el menor, siendo las 19:32, en las dependencias de la Policía de la provincia, jurisdicción Luján, a esperas de pago de fianza.
Me acaba de llamar el Zacarías otra vez. Dice que la fianza es de mil quinientos pesos por los tres, y que entre él y el Nacho solamente llegan a quinientos… Así que eligió sacar al Caio, me dice, «para poder cagar a trompadas a alguien». Yo le digo:
—¡Pero pegále acá en casa, viejo! —no sea cosa que lo metan adentro a él también y nos quedemos sin el cabeza de familia.