El Zacarías se convierte en mono
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Más respeto que soy tu madre

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¿Por qué razón un padre de familia decide, en un momento determinado de la Fiesta, ponerse una corbata en la cabeza y arruinar años y años de ahorros e ilusión? ¿Qué titiritero invisible lo obliga? Ese es un misterio que deberían estudiar los científicos, en vez del mal de chagas. 

Y es justo este detalle —una corbata alrededor del marote— lo que pone fin a la evolución de mi marido, lo que lo devuelve a las cavernas.

Yo bauticé esta experiencia «el descenso evolutivo del Zacarías Bertotti» porque, les juro por Dios, mi marido en las fiestas se me va convirtiendo en mono. No no no, minga de metáfora. Puntualmente le crecen los pelos de las orejas mientras va chupando sidra, y en un momento de la noche se le descontrola el ADN y no hay manera de frenarle la regresión ni con un torniquete. Se dobla, arrastra las manos por los yuyos y regresa a un perfecto estado salvaje.

—Mirá tu esposo, qué plato —me dicen las invitadas pitucas en las fiestas a las que vamos.

—¿Adónde? —pregunto con miedo, cogoteando.

—Ahí, el que va oliendo el culo de aquel mozo.

El esquenún, desde que lo conozco, empieza siempre su numerito diciendo «qué linda está la noche, gordita», mientras se desabrocha el cinto y pide el primer whisky en la barra del Salón Anús. Cuatro horas después de esas primeras palabras (y después de haber bajado a los infiernos) se sube arriba de una mesa en calzoncillos, grita cosas a favor de Perón y se cae de trompa al suelo desmayado. Fin de la fiesta para la Mirta. Pero lo que pasa en el medio, queridos míos, es lo que me deja siempre boquiabierta. No termino de acostumbrarme, aunque me lo sé de memoria.

Ayer a la noche el Zacarías se puso la corbata en la cabeza a las 23:07, hora continental. El resto de los acontecimientos (porque en todas las fiestas hace lo mismo) siempre ocurren en idéntico orden y yo los separo en ocho períodos:

Período tropical, 23:10 (más de dos whiskies). Pierde el sentido de mi presencia y les empieza a mirar las tetas a todas las compañeritas de la Sofi. Se codea con otros hombres que también llevan corbata en el marote. Levanta las cejas y chifla. Hace ruidos guturales y me saca a bailar el rock de prepo. Frase de este período: «Cuando salgamos de acá te sacudo contra la mampara, gorda: me siento propiamente un toro».

Período nacionalista, 00:19 (más de dos tubos de tinto). Descubre que Argentina es un país privilegiado, que no se iría de acá ni aunque le pagaran y que a este pueblo si no lo fundieron hace rato es que no lo funden más. Pérdida paulatina de la letra «r». Frase de este período: «¡Si acá en este país cuando tirás dos semillas te crece una planta de zapallo, papáaa!».

Período culpógeno, 01:21 (más de cuatro cervezas). Sobre los postres, derrama lágrimas por sus muertos. Le cuenta a todo el mundo que está peleado desde hace décadas con su hermano Jeremías y que la culpa no es de nadie, «es de la vida». Confunde el pretérito imperfecto de los verbos «estar», «tener» y «ser». Rompe cubertería. Frase de este período: «¡Ay, si estaría mi vieja!».

Período Changocárdenas, 02:36 (más de un litro de champagne). Reproduce a los gritos, incluso interrumpiendo otras conversaciones, el gol del Chango Cárdenas al Celtic que consagró a Racing campeón mundial del sesenta y seis. Se descamisa a jirones. Pierde el equilibrio. Canta «la Acadé, la Acadé».

Sufre gases que amplifica por micrófono para el deleite de la concurrencia infantil. Frase de este período: «¡Juan José Pizzutti es mi hermano, es mi amigo, es mi guía!».

Período agresivo, 04:29 (después de medio habano). Ve a la Sofi franeleando con el Pajabrava al costado de una ligustrina y le parte una silla en la cabeza a su futuro yerno. La sangre del muchacho mancha el vestido de la nena y, en la creencia de que su hija ha perdido la virginidad, la caga a cascotazos al grito de «no corrás que es peor». A posteriori se sienta a la mesa y, sin transición, se pone a roncar. Frase de este período:

«¡Las mujeres son todas más putas que las gallinas de la raza ponedora!».

Período pérdida parcial del conocimiento, 05:52 (más de tres gintonics). Aunque a esta altura ya todo el mundo lo esquiva, encuentra siempre a un boludo y le explica por qué no funcionó el comunismo en la Unión Soviética. Se exaspera por nada. Se rasca las bolas por arriba del traje. Recuerda la tarde que el General le regaló juguetes y le acarició la cabeza. Se sube a una mesa y grita. Cae desmayado. Frase de este período: «¡Vivan Juan Domingo Perón y Eva Duarte, y todos ustedes, gorilas, váyanse a la renegrida concha de su madre!».

Ustedes dirán que exagero, pero les juro que siempre es tal cual, y así también fue como ayer el zángano le arruinó la Fiesta a la Sofi y espantó a todos los invitados.

En mi matrimonio no ha habido un solo casamiento, ni un bautismo, ni un mísero cumpleaños en donde el Zacarías no me haya hecho sentir una desgraciada, propiamente un sorete envuelto en papel crepé. Pero sigo soñando que algún día va a cambiar.

¿Porque qué es el amor sino tener a mano una mínima esperanza y cuarenta gotas de hepatalgina en la cartera? Esa es la verdad de la milanesa, así que tripas corazón y vamos a ver qué pasa cuando el Caio cumpla dieciocho…

Mirta G. de Bertotti
(Personaje de una novela de H. Casciari)