Antes de abrir la puerta ya me había puesto a llorar de la emoción… ¡Se acordaron los guachos que es el Día de la Madre!, pensaba. Así que abrí la heladera y ahí estaba el regalito. Es un regalo de estos tiempos de crisis, pero yo lo valoro más que un anillo de diamantes.
¡Mis hijos me limpiaron la heladera de punta a punta, con trapitos, lavandina y detergente! ¡Parece nueva! Los quiero mucho, hijitos míos. ¡Los amo, sean como sean!