La búsqueda del tesoro
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Pausa

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Cuentos contra reloj

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Primero que nada, voy a leer un mail textual que me llegó en marzo del 2007. Yo vivía en Barcelona todavía. Dice así:

«Hola Hernán, te la hago corta. El sábado 7 de abril es el cumpleaños de Inés, mi novia, y siempre le hago un regalo que intenta ser espectacular. Este año se me ocurrió hacer una búsqueda del tesoro. El tesoro final es un anillo de compromiso porque le voy a pedir que se case conmigo. Estoy involucrando a nuestros amigos y a nuestras familias. La búsqueda del tesoro es de ocho pasos. El paso seis es una carta de mi suegro que termina diciendo: ‘prendé el televisor y encontrarás el paso siete’. En mi fantasía, ella prende el televisor y hay un video tuyo, porque sos su escritor favorito. Y vos le das la pista al paso ocho. Si te parece una locura no me respondas. Pero si apoyás mi causa, te paso lo que tenés que decir. Te juro que no te lleva más de 30 segundos. Y la vas a hacer inmensamente feliz. Ojalá no te haya molestado este mail, Matías.»

A mi el mail me pareció divertido y le respondí a Matías que no tenía ningún problema en hacerle un video a su novia, que me pasara lo que tenía que decir. El siguiente correo fue inmediato, llegó a la horas. Estábamos en marzo del 2007. Matías me pasó un texto muy fácil de decir, yo prendí el teléfono, lo puse en horizontal y traté de decir la frase que me proponía Matías de la mejor forma que pude. 

Algunos meses más tarde supe la historia completa de Inés y Matías. Se habían conocido en 2001, eran de Olavarría los dos, en una cita a ciegas. El mejor amigo de Matías estaba de novio con la mejor amiga de Inés, y propusieron una cena de a cuatro. La pareja original no prosperó, pero Inés y Matías se hicieron inseparables.

En 2003 tuvieron a su única hija, Amelie, y empezaron a vivir juntos. En 2004 Inés perdió su trabajo y Matías empezó a hacer doble turno en su trabajo. Inés nunca pudo identificar en qué momento Matías empezó a revisarle el teléfono y a celarla más de lo normal, pero en 2004, cuando Matías le pegó por primera vez, Inés decidió irse con la nena a la casa de su madre.

Volvieron un par de veces, de manera intermitente. Matías lograba convencerla de que se iba a tranquilizar, de que el trabajo lo estresaba, que no le gustaba que ella saliera con amigas pero que empezaría a hacer terapia.

Cada vez había una nueva excusa para pedir perdón y, después de un tiempo, otro paso en falso de Matías. Siempre.

A principios de 2007, en una de las separaciones que ya eran rutinarias, Inés consiguió por fin un nuevo trabajo y ya no tuvo que depender económicamente de Matías. Y esto a él lo enloqueció.

La esperaba a la salida del nuevo trabajo, la espiaba, esperaba todo el tiempo verla con otro. Hasta que un día Inés empezó a salir con alguien de su trabajo, y ese fue el clic.

Un jueves de Semana Santa fue a buscar a Amelie a la escuela Matías. No le correspondía ir a buscarla, pero convenció a la maestra y dejaron al padre llevarse a la hija. La tuvo con él en un camping el fin de semana entero largo, sin cobertura. Para Inés fue el fin de semana más espantoso de su vida.

Antes de llevarse a su hija, Matías organizó minuciosamente el rapto. Inés empezó a recibir pistas. La primera fue un mensaje de WhatsApp que decía: «No vayas a buscar hoy a Amelie al colegio, me la quedo el fin de semana así podés revolcarte con el hijo de puta de anteojos con el que trabajás». 

Después Inés volvió a la casa, desesperada, para llamar a sus padres y contarles lo que estaba pasando, y encontró una nota pegada en la heladera. La letra era de Matías y la nota decía: «¿Te acordás cuando planeábamos el futuro? Si querés volver a ver a Amelie, desenterrá una caja que está al pie del limonero que plantamos juntos».

Inés supo, entonces, no solamente que Matías había entrado a la casa sin permiso, sino que se había vuelto loco. Corrió al limonero para desenterrar la caja, y al mismo tiempo llamó a su padre y le dijo que avisara a la policía.

La caja enterrada en el limonero era la lunchera que Amelie llevaba a clases. Adentro había otra nota que decía: «¿Te acordás cuál fue el primer postre que compartimos juntos? Si querés volver a ver a Amelie, el tiramisú te puede ayudar».

Inés estaba aterrada. Corrió a la cocina, buscó en la heladera, no había nada. En el freezer, en el horno. Nada. Hasta que abrió el microondas. Y ahí había un tiramisú recién hecho con una nota pegada al plato.

La nota decía: «La vida es agridulce, como los postres que más nos gustan, pero eso no significa que tengamos que separar lo dulce de lo salado. Tenemos que estar juntos ¿Te acordás cuando me leías en voz alta los cuentos de tu autor favorito? Si querés volver a ver a Amelie, hacele caso al video».

Inés empezó a sentir que todo era un sueño. Prendió la tele de la cocina, no había nada. Fue a la tele del comedor, nada… No sabía adónde buscar hasta que vio la tablet de Amelie en un lugar donde nunca solía estar, y además cargándose.

Encendió la pantalla y tembló. Yo la estaba mirando a los ojos, sonriente, desde mi casa de Barcelona. Cuando puso play yo le empecé a hablar, con mi mejor cara de estúpido, escritor favorito engañado: 

“Hola Inés, soy Hernán, sé que estás sorprendida pero tranquila porque tengo un mensaje para vos… Matías tiene un tesoro, escondido, y cree que no podría vivir sin ese tesoro. A vos te pasa lo mismo. Él no se imagina la vida sin vos. El amor es plantar un limonero, es compartir un postre con la misma cuchara, leer en vo

Hernán Casciari