La noticia no es el perro (*)
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Pausa

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Una playlist de 125 cuentos

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De repente, un video de YouTube recibe un millón de visitas. Su autora, una gordita de Illinois, escribe con el culo en una pizarra.

En casa de la gordita suena el teléfono sin parar, llaman las radios, la televisión comarcal, tres diarios regionales, es un día de locos en la casa de esta chica.

La madre de esta adolescente no entiende, pero empieza a sentirse orgullosa. En realidad, Lorene (así se llama la chica) escribe con el culo en una pizarra desde los diez años. Una tarde se puso una tiza en el culo, la apretó con las nalgas y escribió su nombre, con mucho esfuerzo…

Al mes siguiente ya dominaba la técnica como nadie. Sin embargo, hasta los catorce años solamente mostró su habilidad a amigas íntimas en algún pijama party o en un campamento de verano.

Después vinieron el alcohol, los amores adolescentes y entonces algunos chicos del instituto también pudieron disfrutar del espectáculo. Lorene era rápida con la tiza; tenía buena letra y excelente ortografía.

Le gustaba escribir pequeños aforismos adolescentes: «Si lo amas, déjalo libre» o «Me has dejado el corazón roto». Un día, ya cumplidos los diecisiete, Lorene se enamoró de Jim, un compañero de clases, y después de la segunda noche de manoseos le hizo conocer esta habilidad.

Jim quedó fascinado con la faceta literaria de su novia y no tardó mucho en grabarla con el celular. Desde entonces Jim no vio la hora de cortar la relación con la gordita para poder subir el video a YouTube sin sentir culpa. Lo hizo dos semanas más tarde.

«Mi novia escribe con el culo» fue el video más visto del día, y la transmisión viral resultó imparable. Miles de páginas lo reprodujeron y tardó doce horas en aparecer en la prensa. Todos querían saber quién era esta gordita de Illinois que escribía con el culo.

Al segundo día, Jim proporcionó el teléfono de la gorda a una agencia de noticias nacional a cambio de quinientos veinte dólares. Pudo haber sacado más plata, porque cuando la prensa no tiene nada para decir, las gorditas que escriben con el culo en una pizarra son como la lluvia fresca.

Ellas o quien sea: el chico holandés que gana plata mientras duerme, la chancha que amamanta gatitos huérfanos, la azafata francesa que en pleno vuelo le muestra las tetas al piloto, el loro que canta la marcha peronista, el gordito siniestro que hace playback de una canción pegadiza, la chica que revienta a patadas a la nueva compañera de colegio, la ardilla que baila el foxtrot, el adolescente italiano que le toca el culo a la profesora, la niñera que le pega al bebé sin saber que la están grabando, el neozelandés que se destroza la cabeza con la patineta, las tres chicas japonesas que se arrancan pestañas con los dientes, el desalmado que mete un sapo en el microondas… o una adolescente simpática de Illinois que escribe frases de amor con el culo.

Lorene ni siquiera sabía que sus intimidades literarias circulaban por Internet cuando, muy temprano, recibió el primero de una docena de llamados telefónicos. Casi todas las entrevistas provenían de programas radiales matutinos donde dos o tres columnistas graciosos le hacían preguntas con doble sentido. «Dime, Lorene, ¿nunca se te ha escapado una tiza?», pelotudeces así.

La chica, que era extrovertida y sincera, contestaba a todo con mucha gracia. La prensa mediática (todavía muy acotada a Chicago) generó que el video de Lorene lograra quinientas mil visitas a la tarde y un millón esa misma madrugada. Y entonces sí, los teléfonos de la chica empezaron a recibir llamados de todo el planeta, porque la radio, la prensa y los noticieros del mundo miden la relevancia de sus noticias en millones de visitas a YouTube.

Novecientos mil no es noticia, pero un millón es noticia. No les importa qué pasó, solamente tiene valor aquello que fue visto por un millón de descerebrados.

Lorene alcanzó la cumbre de su fama dos días después: escribió con el culo, y en directo, en el show nocturno más visto de Norteamérica. Redactó unos versos de Shakespeare que le dictó el comediante Jay Leno.

Y después todo el mundo se olvidó de ella.

Hace años había un axioma periodístico muy válido que decía: «La noticia no es un perro que muerde a un hombre; la noticia es un hombre que muerde a un perro». Eso se decía en el siglo veinte. Hoy, con YouTube, con los noticieros mirando todo el tiempo YouTube, hoy… es noticia cualquier cosa que haga un perro.

La noticia no es más el perro. Es el número de imbéciles mirando al perro.

Hernán Casciari