Pero resulta que, durante estas primeras semanas, el proyecto fue recibido con terribles críticas por la comunidad digital de los países interesados; España, Argentina y México a la cabeza. Está medio mundo enojadísimo con las editoriales de habla hispana y su nueva propuesta de venta para libros electrónicos. Quizás decir ‘medio mundo’ es exagerado: estamos enojadísimos los que leemos muchos libros, y los que queremos probar con las versiones digitales (es decir, leer en el iPad o en un lector tipo Kindle) para ver qué se siente y para decidir si vale la pena. Y es que no hay manera de poder comprar ebooks en castellano con comodidad. Vemos las facilidades que tienen los usuarios de lengua inglesa, francesa o alemana, y nos morimos de envidia. Según los usuarios que lo han intentado, comprar un libro es complicadísimo a raíz de la imperiosa necesidad editorial de no perder intermediarios. Y también caro. Y sobre todo engorroso. Las editoriales, por miedo a las descargas, intentan vender los libros con DRM, el mismo candado que intentaron poner, sin suerte, a los CD. El DRM es un método anticopia que provoca que el libro comprado sea inutilizable en los gadgets más populares: el iPad de Apple, y el lector Kindle de Amazon. Para los poco entendidos, es como si te compraras un libro tradicional en una librería y pudieras leerlo en el comedor, pero no en el baño de tu casa, ni en la playa. Los usuarios de libros en castellano están recurriendo cada vez más a la descarga de contenidos ilegales (escaneados por los mismos lectores) para calmar la demanda de literatura en soportes digitales.
Así están las cosas con el ebook en idioma castellano. Caro, inútil y difícil de comprar por lo fastidioso del proceso. No son pocos los expertos que ven en esta desidia empresarial de las editoriales una estrategia. No es estupidez ni falta de miras, sospechamos muchos, sino un modo de decir, dentro de uno o dos años, «lo intentamos, pero la gente rechazó la oferta y prefirió la piratería». Y para pedir subsidios y ayuda a los gobiernos, y para señalar a los que intentan acabar con la cultura. Al mismo tiempo, en el mercado anglosajón la empresa Amazon ya despachó más libros digitales que de papel en el último mes, mientras que Apple lleva vendidos millones y millones de tablets en todo el mundo.
La industria editorial está mirando el futuro con la mismísima miopía que, hace algunos años, miró al futuro la industria discográfica. Pero esta vez es peor, porque muchísima gente está alzando las manos, avisando del error, pidiendo libros, mostrándose dispuesta a consumir. No escuchan. No ven. Están más preocupados en conservar lo poquito que les queda que en reinventarse.