La esperanza
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Seis meses haciéndome el loco

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El doctorcito V. me recibió ayer muy serio (por lo general cuando tenemos la charla semanal siempre hace chistes) y me hizo sentar sin preámbulos. Me miró a los ojos y me preguntó: «¿Alguna vez tuviste la esperanza de salir de aquí?». Y fue la primera vez en trece años que me puse a pensar sobre la esperanza.

—Siempre tuve ganas de salir —le respondí. 

—¿Y la esperanza? 

—Es lo mismo. 

El doctorcito V. se echó para atrás, ahora sí sonreía. 

—Puedes tener ganas de tocar el piano —me dijo—, o de tener pasta. Pero no tienes la esperanza. La esperanza es otra cosa. 

—Dímelo tú. ¿Tengo la esperanza de salir de aquí? —le pregunté. 

—Ahora no la tienes —me dijo—. Ahora lo que tienes es ganas, tienes deseos, tienes fantasías de salir y ser libre. Pero no estás vibrando, no sientes la esperanza.

—No entiendo nada, doctorcito. Hoy estás raro, como repeinado o algo que no alcanzo a descubrir. Estás muy formal. 

El doctorcito V., sin que viniera a cuento, bajó la mirada al suelo. Cuando la levantó otra vez, tenía los ojos húmedos. Me dio miedo. Lo primero que pensé es: se va, nos deja. 

—Xavi —dijo, y me puso una mano en la rodilla—, en una semana estás afuera. Esta mañana me aprobaron el alta. Serás libre. 

Me quedé mirándolo sin encajar del todo la frase. El doctorcito ahora sonreía, y también lloraba un poco. Pero yo me quedé en blanco. Después, con los minutos, reaccioné y lo abracé muy fuerte. Pero pasaron horas para que yo comprendiera la esperanza. 

La esperanza es cuando abren todas las puertas del corral y salen los animalitos corriendo. Ahora sí tengo la famosa esperanza. No puedo dormir pensando en que estaré en la calle. No puedo respirar sabiendo que en siete días me subiré a mi motoreta. 

Las ganas están bien, los deseos y las fantasías también son buenas. ¡Pero la esperanza es grande! Te deja soñar y estar cagado de miedo al mismo tiempo.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)