La lluvia
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Seis meses haciéndome el loco

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Cuando llueve largo y tupido, en el hospital nos damos cuenta por una serie de detalles. Algunos enfermos con la lluvia se vuelven extremadamente lúcidos, por ejemplo. Y también se percibe el malhumor de las enfermeras, que llegan al extremo de sentarse en los pasillos y echarse a llorar.

Siempre he pensado que la lluvia potencia, o mejor dicho subraya, nuestro estado de ánimo. Si estás desganado, te vuelve triste. Si estás contento, te hace feliz. A mí, particularmente, la lluvia me pone más gordo. 

Pero con las enfermeras el clima actúa de otra forma, quizás porque ellas no son de este mundo. En cuanto caen las primeras gotas, a la enfermera Sara se le quita la sonrisa y comienza a hacer pucheros. Si la enfermera Conchi te está poniendo una inyección y comienza a llover, te deja la aguja en el culo y se va a un rincón a llorar. Pero la peor es la enfermera Ana, que directamente se hace pis.

Todavía no he descubierto cuál es la relación entre la lluvia y las enfermeras, pero ha de ser una relación muy singular y triste. Me imagino que ellas, todas ellas, han querido ser otra cosa en la vida: doctoras, arquitectas, amas de casa, quizás han querido ser hermosas y salir en las revistas. Sospecho que durante los días de sol las enfermeras olvidan parcialmente esos deseos, y que el agua de lluvia les devuelve, gota a gota, los sueños rotos. 

Los doctores, en cambio, cuando llega la lluvia se ponen cachondos. Siempre ha sido igual. Y lo tienen a huevo, porque tienen a tiro una docena de enfermeras sensibles, tiradas por todas las habitaciones vacías. 

Los días de lluvia los enfermos podemos hacer lo que se nos antoja. Podemos salir al patio y coger una pulmonía, podemos entrar a enfermería y almorzar pastillas de todos los colores, incluso algunos locos valientes han sido capaces de escapar a la calle y volver antes de la noche. 

Estamos en una especie de libertad cuando llueve, porque los doctores y las enfermeras se han encerrado en los rincones para consolarse mutuamente. La lluvia les enciende las pasiones, les pone dinamita en la boca y en los pechos, y son incapaces de controlarse. 

Yo, cuando llueve, me voy por ahí a espiarlos. Me gusta verlos desnudarse como locos. Estos días, que estuvo lloviendo con intermitencias, la enfermera Sara y el doctorcito V. no han podido bajarse de mi cama. 

No les ha importado que yo estuviese allí, mirándolos. Ellos, a la suya. Solo se han dado cuenta de mi presencia cuando he querido sumarme a la fiesta. Pero no me han dejado. 

Los doctores y las enfermeras, cuando llueve, son muy egoístas también. Qué les costaba hacerme un lugarcito y darme algo de cariño.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)