—Olvidáte que soy tu madre, ahora soy tu amiga, ¿vos te revolcás con un muchacho, cierto? Que no, que sí, que pim pum pam, y al final terminó claudicando. Confesó la perra que revolcarse no, pero que ha tenido tocamientos con un tal Manija, el hijo del carnicero. Yo tomé aire y le dije:
—Gracias por decirme la verdad, Sofi… Y ahora olvidáte un segundo de que soy tu amiga —y la estampé contra la heladera de un sopapo.
Ya pasaron dos horas de eso, y todavía me duele la mano.
¿A quién salió tan puta la guacha?