La televisión nocturna
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Seis meses haciéndome el loco

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Los que estamos desde hace mucho aquí dentro nos preguntamos infinidad de cosas sobre vida cotidiana. Cosas que se inventaron cuando ya estábamos aquí y no hemos podido disfrutar, como por ejemplo el airbag, el puré instantáneo sin leche o el voto electrónico. ¿Cómo serán esas novedades? ¿Cómo serán el teléfono inalámbrico, la cerveza sin alcohol y los muebles de Ikea? 

No lo sabemos. Pero de todas las cosas, la que más nos da curiosidad es la televisión nocturna. 

A veces no entendemos por qué nos dejan ver la tele por la mañana y por la tarde hasta las siete, pero nos la apagan siempre por la noche y le ponen candado al armario donde está el aparato. Antes insistíamos para que nos dejaran un poco más, pero ahora hemos desistido. 

¿Qué hay en la tele nocturna? ¿Por qué cuando acaba el programa de Jesús Vázquez ya no podemos seguir viendo?

—Yo creo —me decía ayer el Gelatinas— que en la televisión nocturna aparecemos nosotros en cámara oculta, nuestras charlas, nuestros problemas, un montón de esquizofrénicos, depresivos y paranoicos gritando y diciendo idioteces. Y por eso no podemos verla. 

—No puede ser —decía el Viejo Ignasi—, porque entonces la nocturna sería igual a la vespertina. —Eso también es verdad —decía yo. 

Yo confío mucho en la capacidad del doctorcito V., pero creo que se equivoca en esto. La televisión que debería prohibirnos ver es la de la tarde, que es una televisión aturdida, llena de personas que insultan por dinero, y que se dejan colocar cables y electrodos para decir mentiras. 

A nosotros no, porque ya estamos enfermos, pero esa tele debe estar volviendo loca a la gente. Sobre todo a la pobre ama de casa que siempre está en el hogar. 

A mi madre, sin ir más lejos, la tele de la tarde la ha idiotizado tanto que ayer, en su última visita, me dijo: 

—¿Cómo estás Xavier, hijo mío, estás bien? 

—Sí, madre. 

—Xavier ha dicho sí, pero el polígrafo asegura que miente —dijo mi madre. 

Me dio mucha pena por ella, que no tiene los cuidados y las pastillas que tenemos nosotros aquí. Me dio mucha pena por todas las señoras de España, que tienen que ver la televisión de la tarde sin compañía de un enfermero que las medique. 

Yo quisiera saber qué ponen en la televisión nocturna, que ni siquiera a nosotros nos dejan verla. Debe ser todavía peor que el electroshock.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)