Las preguntas
3m

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Seis meses haciéndome el loco

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Cuando eres niño no hay preguntas difíciles. Las pocas que nos vienen a la cabeza traen una respuesta incluida. El sol es una linterna muy grande, la luna un balón que se ha quedado colgado en la noche, el lobo un perro sin madre. Cuando eres niño todas las preguntas son poesía.

Pero entonces tus padres, que son idiotas, te envían a la escuela para que te olvides de sospechar y de pensar. Y te conviertes en un adolescente, que es un despojo de mago con teléfono móvil, que solo sabe preguntar estupideces por SMS, y sin poner las vocales. 

El misterio de la vida, las grandes preguntas, mueren en la adolescencia, cuando el sexo ocupa toda la memoria, y también el fútbol y las motos y las fundas de los telefonitos. Yo perdí mi magia allí, pero por suerte más tarde la recuperé. El precio ha sido esta enfermedad. 

Recuperar todas las preguntas y todas las respuestas te hace daño a la cabeza, no mucho, pero un daño sí que hace. Y te quedas un poco alelado. Con suerte lo puedes disimular, y hasta es posible que llegues a cantautor, poeta, arquitecto, actor de teatro o bailarín. Si no tienes suerte, un mal día matas a tu padre y te encierran en un hospital, o te consigues un cargo de político o de agente inmobiliario.

Sin embargo, con o sin suerte, no dejas de hacer preguntas, y nunca acabas de buscar respuestas extrañas. Lo extraño lo ocupa casi todo en este mundo. Lo extraño es el motor, lo que nos da la vida. Mi madre, la que me parió, sin ir más lejos, es una señora muy extraña. 

¿Por qué estamos aquí? ¿Hacia dónde va la humanidad? ¿De dónde venimos? ¿Cuál es la razón de la vida? Esas han sido las más grandes preguntas de todos los tiempos. Los pensadores se dejaron las pestañas en esas cuestiones, y nadie sacó nada en claro. Por eso, después de pensar y pensar en vano, se dedicaron a conquistar la luna, curar el catarro y mejorar los coches. Había que disimular: las grandes cosas nunca serían descubiertas.

Nosotros, los que estamos aquí, de espaldas al mundo, seguimos preocupados por las grandes cosas. Estamos encerrados porque conocemos las respuestas a las preguntas difíciles. Y si no las conocemos del todo, las inventamos. Estamos aquí porque somos inventores, porque vemos cosas nuevas, invisibles, y gritamos de horror cuando las descubrimos.

Vosotros seguid viajando a la luna y mejorando la memoria RAM de los ordenadores. No os preocupéis por lo importante, que aquí estamos trabajando en ello.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)