Los besos
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Seis meses haciéndome el loco

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Hay cientos de países en el mundo en donde la gente no se besa de la forma que lo hacemos aquí. Ni labios ni mejillas. En algunos sitios se entrechocan las narices, en otras partes se lamen el cuello, y en ciertas regiones de Oceanía se meten un dedo en la nariz para saludarse y lo quitan para despedirse. Sin embargo, en el reparto a mí me ha tocado España, un país en donde la gente se besa con los labios en las mejillas. Se besan todos, menos yo.

Ayer por la noche me sentía un poco deprimido y me puse a sacar cuentas: hace once años que nadie me besa. La última vez fue en el primer hospital, una tarde que casi me ahogo en la piscina y un doctor me hizo el boca a boca. 

Yo sé que el beso es un acto reflejo, una imposición cultural. Yo sé que hoy en día todo el mundo hace el ruido (chuic) pero casi nadie se toca la piel cuando se besa. Yo sé casi todo, pero sin embargo me parece una enorme putada que nadie me haya besado en tantísimos años. 

Una de las razones posibles es que este hospital es masculino, somos un noventa por ciento hombres, y los hombres no nos besamos entre nosotros. Pero también es cierto que hay enfermeras, y que los martes y los jueves son días de visitas. 

Las enfermeras no nos besan. 

Quizá lo ponga en el contrato, o quizás sea una postura sindical. No. No nos besan nunca. Ni un buenos días Xavi, muac, cómo has amanecido; ni un hasta mañana mi niño, chuic, que duermas bien. 

La señora que dice ser mi madre, cuando viene a verme, tampoco me besa. Me da unas palmaditas en la espalda, se sienta y se pone a monologar sobre cómo le fue en la semana. 

Yo la escucho en silencio, mirando la canasta de comida que me ha traído, y cuando ella acaba de hablar se levanta, me da otras dos palmaditas en la espalda, y se va. No es que quiera que mi madre me bese. No. Quiero que me deje la canasta con comida y se largue sin hacer el monólogo. Pero al menos podría hacer el intento de acercar sus labios a mis mejillas. Ella o quien sea. ¡Alguien! 

Si esta mañana, que estoy tan irascible, cualquier persona me diese un beso, yo seguramente me pondría de buen humor. 

Dicen que el contacto físico hace bien, que despeja. Y puede que sea cierto.

He descubierto algo mientras escribía: creo que los besos, cuando has estado encerrado tanto tiempo, tienen sabor a ventana abierta, o a puerta mal entornada. 

Mis labios, hoy, son un candado que ha perdido la llave.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)