Los gestos y las señas
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Seis meses haciéndome el loco

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Cada vez que mi madre se va de aquí (me visita los martes y los jueves), camina hasta el portal del patio, me mira a los ojos desde lejos y me hace una seña o un gesto extraño. Es una especie de guiño que ella cree que tiene conmigo. Algo secreto, supongo. Y yo nunca me atrevo a decirle que no sé qué coño me quiere significar con eso.

Me gustaría decirle a mi madre que desconozco sus intenciones. Pero ella me intimida, ella me provoca estupor, ella me da temblores en todo el cuerpo. Pero sin dudas, quisiera decirle: 

—Mama, para que una seña funcione tiene que haber, por lo menos, conocimiento de ambas partes respecto de lo que ese gesto significa. 

Cada vez que mi madre acaba su visita de los martes y los jueves, se coloca al lado del portón, me mira y hace esta seguidilla: 

– alza una ceja 

– estira la comisura derecha 

– levanta el dedo índice hasta su propia cara

– lo hace girar cuatro veces horizontalmente 

– baja la ceja 

– se pone de espaldas 

– sonríe 

– se va. 

No sé cuánto tiempo lleva haciéndolo, pero son ya años. Odio que crea que tenemos códigos, complicidades y secretillos. Me da asco sospechar que ella se siente feliz cuando yo, al ver su gesto: 

– levanto el pulgar 

– guiño el ojo 

– y estiro la comisura derecha. 

Tampoco sé por qué lo hago, pero es un ritual que tenemos los dos, una seña secreta de la que no sabemos nada. Es como si Dios, en su inmensa sabiduría irónica, nos hubiese dotado con una comunicación gestual, pero se haya olvidado de darnos el manual de instrucciones. 

El martes próximo, cuando mi madre se vaya, voy a cambiar mi seña de siempre por otra. Voy a arrojarle una piedra, por ejemplo. Algo inesperado y con un contenido argumental más específico. A ver cómo reacciona. 

Yo apuesto a que esta vez no me hace el gesto de siempre y, en cambio, intenta resguardarse o algo similar. Ya lo veremos. Esta mujer es impredecible.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)