Los problemas de evitar el copy-paste
9m

Compartir en

El nuevo paraíso de los tontos

Compartir en:

Esta semana una periodista (de revista argentina cuyo nombre no develaré) me pide un reportaje. Le digo que bueno. Ya expliqué un día lo que cuesta responder mil veces lo mismo, y de lo agradable que resulta cuando esto no ocurre. Uno siempre espera algo de piedad; pocas veces te dan el gusto. Esta vez tampoco hubo suerte. La primera inquietud del cuestionario era la de siempre: ¿Cómo descubriste el mundo de los blogs? La tercera era peor: ¿Cuándo sentiste que eras un blogger? Pero lo más triste, ay, aún estaba por llegar.

La primera tentación, cuando te llega un cuestionario insulso, lleno de preguntas tópicas, es indagar en los archivos del correo electrónico, buscar un antiguo cuestionario idéntico y hacer copy-paste con respuestas similares. ¿Total, a quién le importa? Ni estás mintiendo, ni es ilegal, ni es plagio. Incluso, de esa forma, te cubrís de no decir dos cosas diferentes ante el mismo requerimiento.

Pero yo tengo una especie de lema, una alerta en el cerebro que me guía en mis acciones cotidianas y que dice así:

—Nunca hagas lo que haría un abogado.

Y yo estoy seguro que un abogado, ante el dilema de tener que responder lo mismo dos veces, haría copy-paste. Es más: ellos lo llaman crear precedente, lo hacen todo el tiempo, alardean de ello y les parece de lo más normal.

Entonces decidí tomarme un rato libre, relajarme, y no contestar lo de siempre. Otra vez, como un pánfilo, tomé la decisión de responder cosas nuevas a las mismas preguntas. Hay gente que a eso le llama mentir (por ejemplo, los abogados), pero yo creo que tiene que ver con equilibrar el mundo.

A estas alturas está clarísimo que el mundo es una mierda, y que no es posible hacer nada heroico para salvarlo al completo. Lo único que podemos hacer, con suerte y paciencia, es no convertir nuestra vida en algo mediocre. Nuestra pequeña parcela, nuestros pocos años. ¿Qué sentido tiene nivelar para abajo? ¿Vamos a responder como autómatas sólo porque las preguntas las hace un autómata? No. Porque es lo que haría un abogado.

Éstas eran las preguntas:

  1. ¿Cómo descubriste el mundo de los blogs?
  2. ¿Cómo te metiste en el mundo de los blogs?
  3. ¿Cuándo sentiste que eras un blogger?
  4. ¿Qué te inspiró a conjugar literatura y blog?
  5. ¿Por qué y cuándo te fuiste de la Argentina?
  6. ¿Cómo te influyó eso para llegar a tu hoy?
  7. ¿Cómo fue meterte en un campo sin mucha historia… etc?
  8. ¿Cuál fue el mayor obstáculo con el que te encontraste?
  9. ¿Cómo lo superaste?
  10. ¿Cuál fue la mayor sorpresa?
  11. ¿Considerás solitario tu trabajo?
  12. ¿Qué le dirías un chico que quiere crear un blog?

El periodismo es un oficio de lo más bonito, y la entrevista es un arte menor que, en ocasiones, adquiere alma. Para que este arte funcione hay que ponerle voluntad. Pero se trata de una música que se toca a cuatro manos, y tiene que haber voluntad de los dos lados del mostrador. Cada cual tiene que hacer lo que sabe, o lo que debe. Y el copy-paste no es una opción. La mediocridad no es una opción, ni siquiera una excusa para no seguir intentando equilibrar este arte menor, primo hermano del oficio de escribir.

Con esta premisa, hace dos noches me senté a contestar cosas nuevas. Como siempre, lo que hice fue ponerme a jugar y a decir lo primero que me apareciera por la cabeza (no hay otra forma de responder cuestionarios pavos, ni de salvarse de una noche aburrida). Y a eso de las seis de la mañana, cansado pero contento, le envié el mail con las respuestas a la periodista.

¿Cómo descubriste el mundo de los blogs?

Una mañana calurosa de 2003 me levanté de la cama y le dije a mi mujer: «Salgo». «¿A dónde vas?», me preguntó. «A descubrir el mundo de los blogs». Y ella me dijo, me acuerdo patente: «Cuando vuelvas traé desengrasante».

¿Cómo te metiste en el mundo de los blogs?

Fue muy complicado meterme, porque soy un poco gordo y en general los blogs son para gente fashion, de contextura media. Pero le hice unos cortes por el costado, a la altura de la sisa, y me metí igual. Ahora no me lo puedo sacar: parezco un teletubi.

¿Cuándo sentiste que eras un blogger?

Siempre, desde chico, quise tener una profesión que repitiera consonante. Pero me decían: «De eso no hay; tenemos carpinteros, soldadores, ebanistas, poetas, pero de doble consonante nada». Yo nunca me rendí. Con la llegada del siglo 21, aparecieron dos: stripper y blogger. Y como soy tímido, elegí ésta porque podés dejarte puesto el calzoncillo.

¿Qué te inspiró a conjugar literatura y blog?

Para hacer un blog hay que mezclarlo con algo, sí o sí. Porque un blog, en sí mismo, es insípido, incoloro e inodoro. Hay gente que lo mezcla con la fotografía y sale un fotoblog; otros lo fusionan con la imagen, y sale un videoblog; otros lo juntan con el oído, la nariz y la laringe, y sale un otorrinonaringoloblog (éstos están muy de moda ahora en Estados Unidos y Ucrania). Yo decidí mezclarlo con mentiras, y me salió un blog de cuentos.

¿Por qué y cuándo te fuiste de la Argentina?

Hay dos versiones. Yo digo que porque me enamoré de una chica que vivía en otro país y en el año 2000 me fui a ese otro país para estar con ella. Pero la chica dice que no me conoce y dos por tres llama a la policía diciendo que me meto en su casa por la ventana de atrás. Actualmente tengo una orden de alejamiento de la Guardia Civil, pero sigo manteniendo mi versión.

¿Cómo te influyó eso para llegar a tu hoy?

Vivir en el extranjero te sirve para muchas cosas, por ejemplo para quejarte y para exagerar. Yo me quejo mucho de todo lo malo del extranjero, y exagero mucho todo lo bueno de la Argentina. Un día me equivoqué e hice lo contrario, y me convertí en un rumano que toca el acordeón en el subte.

¿Cómo fue meterte en un campo sin mucha historia e ir descubriéndolo a medida que lo transitabas?

La vida es un campo sin historia que vas descubriendo a medida que lo transitás. También lo es el amor a primera vista, la escuela primaria, la primera operación de amígdalas, el primer beso, los primeros tocamientos adolescentes abajo de la cobija, y el primer ataque cardíaco. La muerte, sin ir más lejos, es también un campo sin historia. Al lado de todo eso, el «campo blog» me chupa un güevo.

¿Cuál fue el mayor obstáculo con el que te encontraste?

Una vez viajaba en el auto y justo había un puente para cruzar. Delante de mí había un camión seis centímetros más alto que el puente, por lo que se generó un atasco. El camión no podía ir hacia atrás, ni tampoco hacia delante. No sabíamos qué hacer. Llegaron la policía y los bomberos, pero nadie descubría el modo de solucionar el problema. Ése fue el obstáculo más grande que recuerdo.

¿Cómo lo superaste?

Llevábamos horas sin dar con la solución, hasta que un niño de seis años que pescaba bajo el puente, dijo: «¿Y por qué no le desinflan las ruedas al camión para que no sea tan alto y pueda pasar por debajo?». Le hicieron caso al niño y santo remedio. La policía, los bomberos y todos los adultos nos sentimos bastante pavotes.

¿Cuál fue la mayor sorpresa?

La mayor sorpresa ocurrió más tarde, cuando el niño pescador, de repente, se quitó una máscara de látex y descubrimos azorados que era un extraterrestre verde, horrible, que salió volando en medio de sonidos guturales. Lo perdimos de vista tras un cerro.

¿Considerás solitario tu trabajo?

Mi trabajo es, casi todo el tiempo, el de hacer reír. En los blogs, con los guiones de la tele, en los libros que escribo, y con las cosas que le cuento a mi hija para hacerla dormir. No me parece un trabajo solitario porque estoy rodeado de personajes que tengo que componer, y son todos un poco estúpidos. Y a mí la estupidez me causa gracia y me acompaña.

¿Qué le dirías a un chico que quiere crear un blog?

Antes que nada, le preguntaría al chico que está buscando: si la fama, si una profesión, si un pasatiempo, si dinero fácil, o acostarse con lectoras, o una vocación, o canalizar obsesiones, o sacarle el jugo a la compu que se acaba de comprar, o alardear de blog en el recreo, o qué. ¿Qué quieres, chico? ¡Habla! ¿A qué has venido a mi casa? ¿Por qué me has elegido a mí para hacer esta pregunta, maldito imbécil de corta edad? Una vez dicho esto (a los gritos, desde la puerta), el chico tiene dos opciones: salir disparando del susto, o quedarse y esperar una respuesta. Si se queda, lo obligaría a limpiar mi Peugeot con dos franelas, en círculos concéntricos, para que practique la coordinación de las manos y un día se convierta en un excelente karateca. Si en cambio se va asustado, yo miro cámara y digo: «He allí, doblando esa esquina, un cobarde que no se atreve a tener un blog».

Dos días más tarde la periodista rechazó la entrevista con este mensaje:

Hernán,
Necesito algo con una onda un poco más formal (¡la revista es del Grupo La Nación!) ¿Se te ocurre cómo podemos hacer algo copado y publicable?

¿Moraleja? Los abogados siguen haciendo muy bien su trabajo.

Hernán Casciari