No te cases ni te embarques
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Más respeto que soy tu madre

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La Negra Cabeza tiene los días contados en casa, porque ya se está pasando de castaño oscuro. Y no es solamente porque sea media bruja y crea en todas las supersticiones (yo también soy creyente): el problema es que es exagerada con sus manías de la mala suerte, y además viene con las tradiciones paraguayas, que son completamente distintas que las de acá.

No hará ni diez minutos que, en el medio de la pizzería y todavía con gente comprando, mira el reloj y se empieza a sacar la ropa. ¡Se quedó en bombacha y corpiño la guacha! Mi marido, en vez de meterla para adentro, se la queda mirando como embobado. Así que tuve que agarrarla yo de los pelos y llevarla para el fondo. 

—¿Usted está loca o qué le pasa? —le digo.

—Es que ya es viernes 13 —me explica la insolente, y me recita—. «Viernes 13, no te vistas ni te enjuagues».

—Eso será en tu país, que son todos unos mugrientos —le digo—. Acá es «no te cases ni te embarques».

—¡Pero si en Paraguay casi ni tenemos salida al mar! —se defiende—. Y además en Asunción la gente no se casa, se junta. Hay que respetar todas las religiones, señora.

—Ademá, Mirtitta —acota el Nonno, mirándole las tetas—, tiene molto má sentitto la versione paraguacha… ¡Sacáte má, Necra, sacáte má!

Lo de hoy es la gota que colmó el vaso, pero ya me tiene patilluda con sus interpretaciones de la mala suerte. Para ella, por ejemplo, si pasás por abajo de la escalera de una obra en construcción, te casás con un albañil. ¿Qué sentido tiene? Otra: en la mesa no se da la sal en la mano, pero tampoco la ensaladera ni la soda. Es decir que cuando la Negra se queda a comer en casa, más que supersticiosa lo que parece es una maleducada.

Antes se pensaba que traía mala suerte pisar las junturas de las baldosas, hasta que vino un psicólogo y dijo que eso era

«trastorno obsesivo compulsivo». Después salió una película con Jack Nicholson, muy linda. Para la paraguaya lo que hay que pisar por la calle es caca. En realidad sabe que pisar mierda contrarresta la mala suerte. Pero lo que hace ella es buscar mierda para pisarla.

—¡Eso es trampa! —le dije un día—. Tiene que ser casualidad para que funcione.

Pero ella dale que dale. Va por la calle buscando los soretes de los perros y los aplasta con la chancleta como si fueran cucarachas…, y cuando vuelve a casa me deja todo enchastrado. El otro día, sin ir más lejos, le pisoteó cuatro esculturas al Caio, y el chico estuvo dos días llorando.

—No te calentés, gorda —me dice el Zacarías—. La versión paraguaya de las supersticiones no es como la versión argentina. Dejála en paz…

—¡Pero la yegua tiene que entender que vive acá, no allá! —argumento yo—. A veces me gustaría ser como Sharon, y mandarles los helicópteros a los herejes.

Por lo visto en Paraguay no es mala suerte cuando pasa un gato negro, sinó cuando pasa un gato blanco. Y contrarrestan la mala suerte tirándole cascotes al animal cuando va pasando. Por eso el Cantinflas se esconde cuando llega la Negra. Un día el pobre minino no se escondió a tiempo y la paraguaya le revoleó un cascotazo, pobre santo. Para peor la piedra siguió de largo y me rompió el espejo del jolcito. ¡Y la otra se quedó tan pancha!

—En Paraguay romper un espejo prescribe enseguida

—me dice—. No se preocupe, doña.

En la época de mi mamá, cuando te zumbaban los oídos era que estaban pisando la que sería tu tumba, pero parece ser que Onganía reformó la ley y ahora es que están hablando mal de vos. Pero para la Negra Cabeza, en cambio, si te zumban los oídos es porque te están espiando desde un satélite de la NASA. ¡Está loca esta mujer!

—Mire, Negra —le digo recién—. Mejor que se me vista en un periquete. Y si hace una sola más de estas boludeces mañana mismo se manda a mudar de la pizzería. Yo no puedo aguantar estos escándalos.

—¡Pero es viernes 13! —se me queja.

—¡Además! —le digo—. Acá en Argentina la mala suerte es el martes 13. El viernes 13 es en Estados Unidos…

—Por eso —me dice—. ¿Y quién tuvo más suerte, Argentina o Estados Unidos?

En eso tiene razón la guacha. Pero ya lo tengo decidido: si la llego a ver en bolas por la casa la echo igual. La verdad es que no soporto que a su edad tenga el cuerpo que tiene… ¡Será suertuda!

Mirta G. de Bertotti
(Personaje de una novela de H. Casciari)