Oiga, usted, deje esa pistola
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Los problemas más graves de la sociedad, los que son de verdad incontrolables, a veces se solucionan con una creatividad sencilla.

En España, igual que en Argentina, un alto porcentaje escolar se ha puesto muy belicoso, muy prepotente, de un tiempo a esta parte. Ayuda mucho que los chicos lleven celular con cámara de video, no porque los teléfonos sean pistolas ni látigos, sino porque los chicos graban con ellos sus fechorías. Maestros y profesores estresados, con canas prematuras, o golpeados, o vapuleados por muchachos con ganas de guerra son, cada vez más, moneda corriente de este lado y del otro lado del Atlántico. Ya no es que los alumnos no estudien ni atiendan: ahora además se ponen cocoritos, responden, ningunean, se escapan, usan auriculares para aislarse, faltan el respeto, a veces pegan. Esta semana el Defensor del Pueblo español, Enrique Múgica, llevó al Congreso de Diputados un plan maestro para devolverle la docilidad al alumnado. «Cuando éramos pequeños —dice Múgica— los profesores nos llamaban de usted a los que éramos niños y los niños, por supuesto, llamábamos de usted a los profesores. Así se establecía la necesaria diferencia que debe existir entre el educador y el alumno». 

Sí señor: ahí parece estar la clave de todo el problema. Hay que volver al ‘usted’ y se acaban todas las violencias sociales. El maestro debe darle un tratamiento de respeto al chico, y viceversa. Con el ‘usted’ se acaban las navajas escondidas en las mochilas, se acaban las clases tediosas, se termina con las chicas tirándose de los pelos en los baños y se pone fin al anacronismo de los programas educativos. Si la idea prende en las escuelas ibéricas, si se comienza a prohibir el tuteo en las aulas, seguramente la medida llegará a nuestro país más temprano que tarde, porque siempre importamos los grandes inventos españoles de la educación. (Tan pronto ellos descubren que han fallado, nosotros empezamos a usarlos). Va a resultar interesantísimo escuchar a los chicos bonaerenses hablándole de usted a sus maestros: «Ey, usted, fierita, le voy a partir esta botella por la cabeza», dirán los educandos. «Marianito, no le saque usted el casquillo a esa granada, por lo que más quiera», dirán los educadores. El ‘usted’, con suerte, conseguirá convertir los colegios en lo que fueron antes, cuando no había problemas. Además, si la solución resulta efectiva y popular, podríamos enfrentar otros caos sociales con el mismo remedio. La violencia en el fútbol, por ejemplo. Que los cantitos de las barras bravas no contengan palabrotas, y tengan tratamiento de usted, sería un paso importante para que todo el mundo pueda volver a las canchas con sus hijos. «Boca, qué asco le tengo, lávese el torso con aguarrás». No está mal. O un gran método para paliar la violencia machista: que los maridos borrachos, cuando lleguen a casa, traten de usted a sus esposas. Las ventajas del método son innumerables. Es posible que estemos asistiendo, por fin, al principio de la sociedad perfecta. Pobres los brasileños y los portugueses, que no tienen pronombre personal de cortesía en su vocabulario. Con el você como única salida, el futuro de esos países resulta incierto. 

Hernán Casciari