Piedra libre para las contraseñas
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Nos avergonzó mucho saber, estos días, que la contraseña que más usamos los seres humanos para resguardar nuestros correos es «123456». 

No habla bien de nosotros como raza: nos pinta como perezosos, autómatas y, más que nada, faltos de creatividad. ¿Pero cómo logramos acceder a este dato sociológico, si no se pueden hacer encuestas pidiendo la contraseña de nadie? Resulta que aparecieron listadas esta semana, como por arte de magia, miles de contraseñas de usuarios de Hotmail, Gmail y Yahoo. Fue uno de los ataques de phishing más poderosos que se recuerdan. (Nota para analógicos: «phishing» es un delito moderno en el que los malvados les piden a millones de personas sus datos secretos; algunas docenas de incautos caen en la trampa y revelan esos datos, que pueden ser tarjetas de crédito o contraseñas). Esta vez, los incautos fueron más de veinte mil, y sus datos fueron revelados en un portal de internet. El listado duró poco en la red, porque fue quitado casi al instante, pero muchos se quedaron con la información y elaboraron estadísticas sobre nuestras costumbres a la hora de resguardar secretos. Quienes pudieron estudiar la lista de contraseñas robadas aseguran que muy poquita gente utiliza una clave alfanumérica (que es lo recomendable) y que en cien de cada diez mil ocasiones usamos cadenas muy fáciles de recordar, como «123456». También se descubrió que las contraseñas robadas son de latinos, porque en los veinte puestos más utilizados hay palabras como «mariposa» o «estrella». De hecho, la tercera contraseña más usada es «alejandra», y la séptima es «alejandro». 

Se armó un revuelo muy grande esta semana en toda la prensa del mundo, con títulos que se parecen todos a éste: «Revelan que 123456 es la contraseña de Hotmail más común». Pero yo no he leído todavía a ningún experto decir algo que se cae de maduro. ¿Más común para quién, o para quiénes? ¿Para la raza humana en general, o para aquellos pocos que caen en la trampa del phishing? Porque hay que ser de verdad muy novato para responder un correo misterioso brindando nuestros datos privados (tarjetas o contraseñas). Casi nadie lo hace. En el listado de contraseñas habituales han saltado también otras muy populares: «tequiero» aparece nueve veces, «beatriz» sale seis, «iloveyou» la usaron siete, y «alberto» es la contraseña de nueve. Me da la impresión de que los que cayeron en la trampa del phishing son adolescentes de doce años a quince años. Chicos y chicas que difícilmente puedan convertirse en un patrón de costumbres. Lo mínimo que se espera de personas vulnerables a ataques de phishing es que también sean frágiles a la hora de resguardar su intimidad. Posiblemente, si se revelaran las contraseñas de diez mil ingenieros aeronáuticos no encontraríamos ni una sola vez las palabras «tequiero», «estrella» o «mariposa». Pero así están las cosas: hacemos fuerza para que lo que ocurre sea noticia, aunque esté lejos de serlo. La contraseña más larga que se encontró en el listado es «lafaroleratropezooooooo». No. Definitivamente no hay ingenieros en ese listado. 

Hernán Casciari