Puro cuento
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Pausa

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Una playlist de 125 cuentos

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Un amigo quiere empezar a escribir y me pide consejo sobre un buen lugar para aprender, o para experimentar. Un taller literario, o un buen curso para narradores.

Yo no creo mucho en eso.

Yo solamente creo en dos verdades: primero, en el decálogo del perfecto cuentista que escribió Horacio Quiroga a principios del siglo veinte; y, desde este siglo, creo mucho en escribir buenas historias en Internet, más o menos todos los días, para soltar la mano, para que te lean desconocidos de cualquier parte. No hay nada mejor que eso para empezar.

Los talleres literarios se usaban mucho en el pasado con un fin muy alejado al narrativo. La mayoría de la gente iba para ver si podía coger. Otros se anotaban para que alguien leyera sus cosas. Y una minoría, muy discriminada, realmente iba para aprender a escribir. Pero se decepcionaban mucho justo cuando descubrían que el profesor del taller también estaba ahí porque quería coger.

Los talleres literarios ya no tienen mucho sentido, porque ahora ya existen las redes sociales, que cumplen con creces sus dos funciones: mostrar textos y coger.

Además de eso, ¿qué más se le puede enseñar a una persona que ya conoce las veintisiete letras del abecedario, que ya sabe cuál es la forma de juntarlas para formar palabras en su idioma materno, y que no le está vedada la manera en que cada una de esas palabras, unidas, forman ideas?

Eso es todo lo que hay que saber en la literatura, y viene gratis en la escuela. Lo demás es intransferible.

Por ejemplo, una persona que no sabe contar una anécdota con gracia en un asado jamás va a poder escribir un cuento bueno.

Alguien que desconoce las bases de la seducción no va a lograr nunca envolverte con su prosa.

Ni tampoco sabrá engañarte con un buen cuento aquel que va siempre, en la vida diaria, con la verdad por delante.

El que no tiene nada interesante para decir no es escritor, es político; y el que no sabe seducir tampoco es escritor, es mimo.

El tercer mandamiento de Horacio Quiroga, en su «Decálogo del perfecto cuentista», habla de la personalidad narrativa. No está mal recordarlo. Dice así: Resistí todo lo que puedas la imitación, pero si el influjo es demasiado fuerte, imitá tranquilo. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

(Cuánta razón, cuánta razón…).

Yo creo, por ejemplo, que la amistad con otras personas del mismo palo es fundamental para mejorar la técnica.

Que un puñado de buenos amigos se entristezcan por nuestros fracasos literarios es, muchas veces, más importante que un éxito humilde aplaudido por cien mil desconocidos.

Y leerle a un grupo de amigos (no compañeros de taller que viste por primera vez esa semana; amigotes, estoy diciendo), leerles a los amigos las historias que uno escribe tiene más rédito que cualquier curso de redacción.

Si Horacio Quiroga hubiera escrito su decálogo en esta época, habría incluido, entre sus consejos, el siguiente:

«Escribe tus historias en Internet e intenta interpretar las sensaciones de tu puñado de lectores; no sus aplausos ni sus críticas, sino la temperatura que provocan tus palabras».

Sin duda, Horacio Quiroga hubiera visto con buenos ojos Instagram, las páginas de Facebook, e incluso Twitter, como herramientas nobles para el inicio de la literatura.

Escribir online es el undécimo mandamiento de su decálogo.

Así que, al final, solamente tengo un buen consejo para los que quieran escribir: gugleen el «Decálogo del perfecto cuentista» de Quiroga, imprímanlo y léanlo en voz alta.

Todo lo demás es puro cuento.

Hernán Casciari