Sentimientos cruzados
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Seis meses haciéndome el loco

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El amor nace en las tripas pero se hace mayor de edad en la cabeza. Por ejemplo, yo estoy mucho más enamorado de Francisca cuando pienso en ella que cuando por fin la veo. Cuando la veo (ayer la vi) me laten todos los órganos: el corazón marca el ritmo de la batería, el hígado hace sonar las maracas, los pulmones tocan el clarinete y el páncreas las tumbadoras. A los intestinos los mantengo en silencio porque suelen hacer un ruido rancio. 

En cambio cuando pienso en ella (que es siempre que ella no está) la que se enamora es mi cabeza, y se enamora con un amor más pasodoble, con una obsesión ranchera. Entonces mi cerebro la dibuja con armonía de blues quejoso, o de alegre dixieland, y ella va y viene por mi fantasía bailando sola, y todo es perfecto porque no me pongo nervioso. 

Yo creo que a mí lo que me fallan son los nervios. Ayer, antes de que ella llegara a la visita, estuve toda la mañana inquieto, como si tuviese un hormiguero en el culo, pero no un hormiguero normal sino uno de hormigas asesinas. 

Y después llegó. Estaba hermosa, pero nunca tanto como en mis pensamientos. La Francisca real es bonita, muy bonita, pero la que está dentro de mi cabeza usa mejores maquillajes, o vestidos más caros. No lo sé. Es más verdadera la falsa. 

Esta vez la luz no falló y el Gelatinas por fin me presentó a su hermana. Yo era un manojo de nervios y hay un noventa y cuatro por ciento de posibilidades de que ahora Francisca piense que soy un imbécil. 

—Mira Paquita —le dijo el Gelatinas señalándome—, este es Xavi, mi mejor amigo de aquí dentro. 

Ella se acercó a mí (yo estaba congelado) y me quiso dar dos besos. Dijo: 

—Hola. Antonio me ha hablado mucho de ti. Yo quise decir muchas cosas, por ejemplo «él también me ha hablado de ti», o también «me alegra muchísimo verte», o quizás «¿cómo va eso, Francisca?», que es muy simple y directo. Yo quise dejarme besar. Pero me quedé con la boca abierta, muy abierta, y no pude decir nada. Ni siquiera pude inclinarme para que ella me besara.

—¿Qué le pasa? —le preguntó Francisca a su hermano. 

—Puede que esté medicado —dijo el Gelatinas para cubrirme.

—Ah —dijo Francisca, y yo seguía con la boca abierta, como si estuviera gritando un gol. 

—¿Sabes? —dijo el Gelatinas— Xavi tiene una columna en el periódico, búscala en internet. 

Y los dos se fueron, y me dejaron solo con la boca abierta. 

Ahora mismo es posible que Francisca esté leyendo esto, o todo lo que he dicho sobre ella en días anteriores. Es muy posible. Así que quiero aprovechar para decirle algo.

Francisca: no estaba medicado ayer por la tarde, es que se me cruzaron todos los sentimientos. Yo quería decirte algo muy importante, pero es mejor decirlo cuando no estás. Como ahora, que no estás. 

Yo solo quería decirte, Francisca, que cuando te veo no estoy encerrado.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)