Ser el otro
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Seis meses haciéndome el loco

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Siempre es bueno pensar que hay alguien que está peor. Es una especie de envidia al revés, lo que significa que no puede ser pecado. La mayoría de la gente amargada se la pasa viendo a los que están mejor: por eso se amargan. Y después están los tontos felices, que se chupan el dedo mientras piensan en los pobrecitos que solamente tienen muñones y nada que chupar. Yo, que la he pasado bastante mal en la vida, no soy muy afecto a la envidia. Los pecados capitales que más me persiguen son la gula, la pereza y la ira, en ese orden. Los demás no. 

Y como no soy envidioso (ni un poquito) jamás he deseado convertirme en otro, como le ocurre a mucha gente. Nunca he dicho, por ejemplo: 

—¡Ah, cómo me gustaría a mí ser aquel rubio alto que va de paseo con aquella morena mientras le toca el culo! 

No; a mí en general me ocurre al revés. Yo quiero ser alguien peor que yo mismo. A veces lo miro al Niño Andoni, que es un enfermo que solo babea, que no habla, que no tiene entendimiento, y me gustaría ser él un día entero. Me gustaría estar así de jodido. 

Si ahora mismo llegase un mago, o un hada, y me dijese: 

—Xavi, puedo hacer que seas otra persona durante veinticuatro horas, tú escoge quién quieres ser, y yo lo hago realidad. 

Si eso pasara, yo no escogería a Brad Pitt, ni al menor de los Morancos, ni al futbolista de moda, ni a ninguno que tuviese una vida maravillosa.

Escogería ser una piedra, una rata, el Niño Andoni, un hombre cualquiera a punto de morir, un político, un joven ciego, una mujer con el hijo muerto en sus brazos, un pedazo de mierda que ha cagado un caballo en medio de un desfile, un paquete de arroz vacío, un jarrón agujereado o, quizá, un disidente frente a un pelotón. 

Si yo pudiera ser un día entero algo así de horroroso, algo o alguien al borde del abismo, posiblemente pasaría esas veinticuatro horas envidiándome a mí mismo, al que soy ahora, y regresaría a mi yo antiguo como quien regresa a un baño de agua caliente después de la guerra. 

Si pudiera usar la metamorfosis no subiría a los cielos: bajaría a lo más profundo del infierno, me quemaría un rato largo, y volvería al hospital renovado y feliz.

Siempre es bueno saber que alguien está peor. Y no hay que compadecerse, hay que desear ser el otro. 

Si tú, lector, que estás triste por nada, estuvieras un día entero aquí encerrado siendo yo, regresarías mañana a tu vida y verías que es luminosa y fácil.

Yo puedo, si quieres, ser tu piedra, tu rata, tu Niño Andoni o tu jarrón agujereado. No me cuesta nada. 

Te presto mi cuerpo, mis zapatos y mi garrote todo un fin de semana. 

Ya verás tú cómo el lunes vuelves a casa con ganas de ser feliz.

Xavi L.
(Personaje de una novela de H. Casciari)