De Santiago Parrilla hay poco que decir. Tiene la forma de Cuba hasta cuando lo miras de perfil (de frente parece más bien Haití).
El Vizconde sería Francia, porque huele muy mal y siempre quiere ser el centro de atención.
El Viejo Ignasi es Inglaterra: siempre está serio y jamás tiene ganas de jugar con nosotros a nada. Se cree importante y cuando nos hace algún favor, no acepta que le paguemos en euros.
Todas las enfermeras (con Sara a la cabeza) son los países del Este. Las enfermeras son rubias —algunas teñidas— y tienen esa robustez de telón de acero, esos mofletes colorados y esas mismas ansias de libertad.
Los doctores (sobre todo V.) son los Estados Unidos de América. Ellos mandan aquí. Nos explotan a nosotros, seducen a las enfermeras y van armados hasta los dientes con jeringas y estetoscopios. Algunas veces usan el electrochoque y nos invaden el cerebro.
Funcionamos como el mundo. Hay países pobres, países ricos y países neutrales. Algunas veces los enfermos nos hacemos amigos de las enfermeras y creamos confederaciones, pero al final llega Estados Unidos y nos pone a cada uno en nuestro lugar.
Me gustaría ser un país.
Si yo en vez de un loco fuese una nación, habría billetes con mi rostro, y sellos, y monumentos. Mis puños cerrados serían el Ejército y mis brazos el Ministerio de Defensa.
Mis ojos serían dos satélites espías y mi cabello sería el pueblo. La capital del país sería mi ombligo, y mi barriga la meseta central. El día de mi cumpleaños habría desfiles por las calles, mi espalda sería Castilla y el culo La Mancha. Si yo fuese una nación, mi garrote sería el País Vasco.