Resumiendo: el Zacarías no se habla con su padre por culpa de ese problema antiguo del que no sabemos nada; el Caio y la Sofi se llevan a las patadas porque el Caio le quiere tocar las tetas para ver si son duras; yo le tengo mucha manía a la Negra Cabeza porque los paraguayos no son de fiar; la Sofi sigue con trompa por la paliza de su padre cuando la encontró media desnuda en la webcam; Nacho está angustiado porque Caio se toma la ginebra que está para la venta; la Negra Cabeza pretende que mi suegro no la manosee en público, y aunque le decimos que lo hace con todo el mundo, ella que no y que no; yo estoy escorchada con el Nacho porque le pone peros a la necesaria contratación urgente del simpático chef uruguayo; Sofi quiere aumento de sueldo o dice que no se pone más minifalda para atraer clientela; Caio y la Negra Cabeza se meten en el galponcito a contemporizar cuando hay clientes esperando, y a veces hasta se oyen los gritos del coito; el Nacho no soporta que la Sofi se pase dos horas hablando por teléfono con el Manija, porque dice que el negocio depende de que el teléfono esté desocupado…
Ay, Virgencita, yo no sé si esto va a funcionar como pensábamos. Además, cuando se da la casualidad de que estamos todos de buen humor y no hay peleas ni rencores, pasa lo de anoche, que nos pusimos los siete un rato a jugar al chinchón y cuando nos quisimos acordar eran las dos de la madrugada y nos habíamos olvidado de abrir. ¡Un día perdido, la puta madre! Hoy espero que estemos otra vez todos peleados, porque por lo menos así nos acordamos que tenemos trabajo. Si fuéramos chinos seguro que esto no nos pasa. Claro… Pero seríamos bajitos, amarillos y tendríamos olor. Ya a esta altura no sé qué es peor, si ser mercedino o ser amarillo.