Un día de locos
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Más respeto que soy tu madre

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Como si nos costara poco traer el pan, el Caio pasó un rojo y nos cayó una multa. Ciento diez pesos por lo del semáforo, y doscientos cinco porque es menor de dieciséis. Total: trescientos quince mangos que hay que pagar o nos secuestran la tatadiós, que trascartón es la única movilidad que tiene el Nacho para ir al puesto.

Mi marido estaba que echaba humo, y lo corrió al Caio por el fondo hasta que lo agarró en un voleo y se desquitó un poco. Yo le gritaba: «¡Zacarías, dejá ese chico!», pero se conoce que no había caso. Si hubiéramos estado en la buena, el Zacarías no hace tanto esfuerzo por alcanzarlo al Caio. Como mucho le sacude un zapato desde el sillón; pero no andamos en la buena.

Antiyer al pobre lo cesantearon, después de veinte años en Plastivida S.A., y no consigue ni para changas. Está alterado y se pone como loco por nada.

Mirta G. de Bertotti
(Personaje de una novela de H. Casciari)