Una foto con mi padre
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Pausa

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Una playlist de 125 cuentos

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No hace mucho, en Costa Rica, bajo a desayunar al hotel, prendo la portátil y, antes de que llegue el café con leche, aparezco etiquetado en una foto de Facebook. Abro la foto. Primero no me reconozco, porque en la foto soy un bebé. Tampoco reconozco a primera vista al hombre que me lleva en brazos. Hasta que rápidamente entiendo todo y mis ojos ya no pueden hacer nada para remediarlo.

Es febrero de 1973 en la foto, y mi papá me sostiene en sus brazos. Mi papá murió hace cinco años, y yo todavía no lo había llorado. Nunca supe por qué. Por cagón, me imagino. Nunca más fui a mi casa de Mercedes desde que él se murió. Siempre quise mantener en la memoria otras imágenes de esa casa, unas imágenes más inofensivas, más cotidianas, en las que nadie se muere de un infarto en el sillón. Y nunca más, pero nunca, había visto fotos de Roberto Casciari.

En todos estos años, cuando paso por el comedor de la casa de mi hermana, entrecierro los ojos para no ver los retratos. Para no ver su cara de frente. Y ahora, en Costa Rica, en un buffet libre, lo veo de sopetón por primera vez, y él me tiene en brazos. En la foto yo estoy a punto de cumplir dos años y nos estamos mirando. Él de frente, yo un poco de reojo.

¿Yo ya sé que él es mi papá en esa foto?, me pregunto. Supongo que sí; a los dos años uno ya intuye las relaciones intensas. ¿Y él? ¿Él ya sabe que soy su hijo, quiero decir, lo sabe en el sentido más profundo y absoluto? Su sonrisa parece decir que no. Todavía no sabe quién soy, todavía no sabe que nunca voy a ser un buen tenista. No tiene la menor idea de que en el futuro se va a quedar muchas horas en vela, sin saber dónde estoy ni a qué hora voy a volver, si es que vuelvo. No sabe que un día me voy a ir a vivir lejos y que no voy a estar cerca de él cuando se muera.

En la foto es verano, es Mar del Plata, no tiene por qué saber nada de esto. ¿Qué sabe de mí, entonces? ¿Qué quiere de mí esa tarde Roberto Casciari? ¿Fantasea, mientras tiene las patas en la arena, cómo serán nuestras charlas del futuro, como yo pienso ahora en mis charlas del futuro con mi hija

¿Sabe mi papá que en el futuro voy a escribir a veces sobre él, o voy a contar anécdotas suyas en la televisión? ¿Se imagina que cuando se muera voy a tardar cinco años en llorarlo de verdad, y que lo voy a hacer tarde y mal, en un hotel de Costa Rica, por culpa de una foto que aparece en Facebook?

¿Sabe que no voy a estar en su entierro, que ni siquiera voy a volver nunca a nuestra casa? Desde que mi padre se murió, esta es la primera vez que miro una foto suya sin desenfocar la mirada. Puto Facebook y las etiquetas intrusivas.

No hubo tiempo para entrecerrar los ojos. Ahora se me aparece esta foto en Facebook y no puedo dejar de mirarlo. De repente, me pongo a llorar y es como un río que se desborda a destiempo. Alguna vez tenía que llorar, pienso, lo jodido es que sea en Costa Rica, y que haya una pareja de holandeses mirándome de reojo. Lo jodido es que se me haya cerrado el estómago justo en un buffet libre.

El llanto se me desparrama por encima de la mesa del desayuno y hace que tiemblen las cucharitas. ¿Qué pensará el camarero costarricense al ver a un gordo que empieza a llorar en silencio mientras desayuna?

Trato de calmarme, pero no puedo. Voy a cumplir dos años en esa foto, pero me llama más la atención la edad de mi padre que la mía. Roberto está a punto de cumplir veintinueve, tiene catorce años menos que yo.

Es un chico joven con su primer hijo en brazos. Conozco esa sensación, la de tener a tu primer hijo en brazos y creer en la inmortalidad.

Ojalá sea verdad que Facebook va a quebrar en dos o tres años. No tiene derecho a hacerme llorar tan lejos de casa.

Hernán Casciari