Entre el Zacarías y yo lo sentamos al Caio a la mesa y le empezamos a preguntar qué pensaba hacer con su vida. Yo hoy estoy media alterada por problemas cotidianos de guita, así que no me fui por las ramas:
—Mirá pendejo —le digo—, o te conseguís un laburo o te mandás a mudar de esta casa, que acá no estamos para mantener vagos.
No me podía dormir. Son menos de las seis de la mañana y aquí estoy, haciendo cuentas. Desde principios de mes estamos viviendo con ciento cincuenta pesos que nos da el Nacho de su sueldo, cincuenta pesos que le sacamos al Américo de su jubilación sin que se dé cuenta y los doscientos diez que teníamos previstos para la dentadura postiza del Zacarías, que ya no le hace falta porque no tiene mayormente qué masticar.
Ahora la Sofi quiere poner una webcam en su pieza. Me lo dijo así, como si nada.