Mis sueños solían ser siempre horribles, hasta que descubrí que están asociados con lo que ceno antes de acostarme. Durante meses he hecho diferentes experimentos gastronómicos, entremezclados con prácticas oníricas, y he llegado a conclusiones muy útiles. Ahora reduzco todas las posibilidades a cuatro únicas clases de pesadillas, y elijo la que quiero para cada noche.