Cuando llueve largo y tupido, en el hospital nos damos cuenta por una serie de detalles. Algunos enfermos con la lluvia se vuelven extremadamente lúcidos, por ejemplo. Y también se percibe el malhumor de las enfermeras, que llegan al extremo de sentarse en los pasillos y echarse a llorar.
Cuando llueve, un hospital es todavía más triste. La lluvia moja la esquizofrenia, la neurosis, la paranoia y a todas las enfermedades mentales que no usan paraguas. Las moja hasta convertirlas en caprichos de la cabeza, hasta quitarles valor científico.