Siempre es bueno pensar que hay alguien que está peor. Es una especie de envidia al revés, lo que significa que no puede ser pecado. La mayoría de la gente amargada se la pasa viendo a los que están mejor: por eso se amargan. Y después están los tontos felices, que se chupan el dedo mientras piensan en los pobrecitos que solamente tienen muñones y nada que chupar. Yo, que la he pasado bastante mal en la vida, no soy muy afecto a la envidia. Los pecados capitales que más me persiguen son la gula, la pereza y la ira, en ese orden. Los demás no.