Argentina, devuélvenos el favor
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La estupefacción mundial por el probable enjuiciamiento, en España, de Baltasar Garzón, le llama muchísimo la atención a los españoles, que parecen descubrir ahora cuánto se respeta al magistrado fuera de sus fronteras. 

En el propio territorio ibérico, el Súper Juez (que se hizo famoso en el mundo por ponerle trabas a la vejez apacible de Pinochet) es amado u odiado como si se tratara de un club de fútbol: Garzón no tiene simpatizantes, sino hinchas; desmelenados barrabravas a favor y en contra. Mientras Garzón jugaba campeonatos en el extranjero y los ganaba, los detractores españoles se sentían a salvo. No les importaba que enjuiciara a dictaduras latinoamericanas, esas eran copas libertadores que quedaban lejos. Pero hace un par de años Garzón empezó a jugar un torneo de la Liga Española, donde los equipos contrarios ya no eran el Club Atlético Scilingo, ni Defensores de Augusto. El Súper Juez quiso medirse —cara a cara— contra el Franquismo Fútbol Club, una institución que ya no disputa el liderazgo del campeonato desde hace años, pero que tampoco ha perdido nunca partidos importantes ni, mucho menos, ha descendido de categoría en más de sesenta años. Un equipo difícil, sobre todo cuando juega de local. Por el momento, Garzón va perdiendo uno a cero, con gol de penal. ¿Qué pretende el juez en ese partido complicado? Quiere elaborar un censo de fusilados, desaparecidos y enterrados en fosas comunes a partir de la victoria franquista en la Guerra Civil Española. ¿Por qué está perdiendo el partido? A raíz de una querella presentada por la Falange Española, supuestamente implicada directamente en los crímenes que se pretenden estudiar. ¿De qué lo acusa esta organización? De prevaricación (es decir, de parcialidad) y también de «imaginación creativa». ¿Qué puede ocurrirle a Garzón si el juicio en su contra prospera? Le acarrearía suspensión de empleo y sueldo. Esta semana, desde Meneame.net (la web de periodismo ciudadano más popular de España) se pedía con claridad ayuda latinoamericana: «Lo que le está pasando a Garzón es una vergüenza», se decía allí, «Chile, Argentina, devuélvenos el favor». Si este pedido ocurría el lunes, el miércoles ya era portada de toda la prensa española la noticia de que se presentará en Buenos Aires «la primera demanda por crímenes del franquismo», por parte de organizaciones humanitarias de Argentina y España junto al Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. La demanda, que se presentó más tarde en Tribunales, pide que se investiguen crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura de Francisco Franco, y sus impulsores esperan que otras «víctimas de la dictadura franquista» se sumen paulatinamente a la querella. De este modo, España y Argentina continúan respirando una suerte de «hoy por ti, mañana por mí», un círculo vicioso —y quizás necesario— que nació en el siglo XX con la inmigración (primero de allí para aquí, después al revés) y que en el inicio de este siglo parece continuar desde los laberintos de la Justicia. Si un país no puede luchar contra sus propios fantasmas, el otro se alza para intentar poner orden.

Hernán Casciari