Buscando la fórmula perfecta
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Pausa

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Una playlist de 125 cuentos

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Tengo una hija catalana de quince años que me preguntó ayer, por WhatsApp, por qué todos sus contactos argentinos repetían muchas veces el apellido Fernández en las redes sociales.

Yo odio hablar de política con mi hija; primero porque es europea y segundo porque es adolescente (que son dos cualidades que le impiden entender un montón de cosas, por ejemplo, el peronismo).

Pero intenté explicarle que acá estamos en un año electoral, que vamos a elegir presidente en octubre, y que el sábado pasado uno de los partidos políticos con más seguidores de la Argentina anunció sus candidatos a presidente y a vice, y que en los dos casos el apellido de estas personas es Fernández. Y que por eso en Argentina ese apellido fue trending topic.

—¿Son hermanos? —me preguntó mi hija.

Le dije que no, que son un hombre y una mujer que hasta hace muy poco se llevaban para el orto, pero que ahora se amigaron.

—¿Qué son, Pimpinela? —me preguntó.

—¡No! Él se llama Alberto y ella es Cristina. ¿Te acordás de la presidenta que había cuando yo vivía con vos, en España?

—Sí —me dice mi hija—, ¿pero esa no era Kirchner?

—El marido era Kirchner —le digo. Ella es Fernández de soltera.

—¿Y el marido qué piensa de que ella se vaya con otro?

—El marido se murió. Alberto era el mejor amigo del marido. Y ahora los dos juntos, los dos Fernández, le quieren ganar a Macri.

—¡Aaah! —me dice mi hija—. ¿Y Macri va con la señora en silla de ruedas?

—No —le digo. Cuando Macri se enteró de que los dos Fernández van juntos, está buscando un nuevo vicepresidente con un poco más de cartel.

—¿Y tiene que ser del mismo apellido? —me dice.

—No, eso no es obligatorio por el momento, pero en este país nunca se sabe. Ahora parece ser que la vice de Macri puede ser Vidal, que es una chica joven.

—¡Genial! —me dice mi hija—. ¡Aborto legal en 2020!

—No —le digo—, es otra clase de chica joven.

—Y si no es Vidal, ¿quién más puede ser vice de Macri?

—Hay un montón de opciones… Algunos hablan de Urtubey, otros hablan de Martín Lousteau.

—Ay, papá, no me hagas guglear, no sé quiénes son.

—Uno se casó con Isabel Macedo y el otro con Carla Peterson.

—Aaah. Qué divertida es la política argentina, ¡es una novela!

—Te parece divertida porque no vivís acá. La mayoría de la gente preferiría que no sea una novela. Que hubiera un poco más de calma: con los candidatos… con los precios… con el dólar…

—No entiendo, ¿prefieren aburrirse, como acá?

—Y sí…, es horrible no saber nunca lo que va a pasar. Los dos Fernández, Macri, Lousteau, Massa, Lavagna, Urtubey, Vidal… quién va con quién, es un embole. Después, en el cuarto oscuro, no sabés qué hacer.

Y entonces ella me dice:

—¿Pero la otra opción no sería eso que vos me contabas, que había un presidente de tu pueblo con bigote que prohibía los discos y mataba gente?

Y yo me quedé callado.

—Papá, está buenísimo que se junten todos los Fernández con todos los Macri, con Carla Peterson, y que después gane el que tenga más followers. ¿No habían peleado ustedes por eso?

Y yo no supe qué decirle, porque es verdad. Aunque parezca todo un quilombo, es verdad… Es mucho mejor que nos enloquezcan con la fórmula perfecta, con encuestas falsas, con alianzas impensadas, con focus groups, con tejes y manejes… Es mejor eso a la tristeza mortal de no tener nada que elegir.

Me da bronca cuando quiero explicarle algo complicado a mi hija y ella me lo termina explicando a mí.

Hernán Casciari