Cada vez que pasan los puentes
4m

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Más respeto que soy tu madre

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Anoche pasaron otra vez Los puentes de Madison, y siempre que agarro esa película en el zapping me digo lo mismo: «Mirta no la mirés, cambiá de canal Mirta». Yo no sé lo que me pasa con esa historia, es como que me hipnotiza y no me deja apretar los botones, ¡y después de verla me agarran unos calores en el bajo vientre! Unas ganas de despertarlo al Zacarías me agarran…

«Mirta no la mirés, cambiá de canal Mirta». Yo no sé lo que me pasa con esa historia, es como que me hipnotiza y no me deja apretar los botones, ¡y después de verla me agarran unos calores en el bajo vientre! Unas ganas de despertarlo al Zacarías me agarran…

Trascartón, la película es con Meryl Streep, que es calcadita a mí de cara cuando era más joven, y entonces me siento más identificada con esta mujer, que es un ama de casa de Madison (un pueblito como Mercedes), que está casada desde hace mucho con un Zacarías cualquiera, y tienen un Caio y una Sofi como todo el mundo. Hasta que ¡zácate! se aparece en el pueblo un fotógrafo de Buenos Aires para sacarle unas fotos al puente del Parque Municipal.

Para peor el Zacarías se había ido a pescar a San Andrés de Giles, y se había llevado a los chicos. O sea que Meryl Streep estaba sola en la casa, limpiando atrás de los muebles, escuchando la radio, haciendo flancitos para cuando volviera la familia, y cosas así… Pero quiso Dios que al fotógrafo (que es Clint Eastwood, un churro bárbaro) justo se le pare la studebaker en la puerta de la casa de esta mujer.

Y ahí es donde me empiezan los calores. Porque se ven venir las ganas que tiene la Meryl de que le destapen las cañerías, porque se ve que el Zacarías es un buen campesino de Madison, pero se conoce que es muy católico, porque la cama la usa nomás para rezar. En cambio el Clint Eastwood este es un hombre de mundo, de esos que usan sombrero porque sí, que se visten de beige, que cuentan historias de safaris… Así como el Arguiñano o sin ir más lejos como el Douglas… ¡Gracias a Dios que el de la película es fotógrafo, porque si además me ponen a un chef yo no llego virgen al final!

Hay una parte en que ya son medio amigos, y el Clint, para peor, le cae a cenar y le trae un regalito (¡en la vida el Zacarías había tenido un detalle con la Meryl Streep!)… y cuando entra, el Clint no pega portazos ni nada, y ella pone una cara de «ay qué hombre más modosito, me lo comería con manteca».

La parte cúlmine de la película es cuando ella le dice «esperáme un cachito» y se va al baño y se pega una enjuagada con agua fría, para que se le bajen los calores… Después él la ayuda a cocinar, y medio que se rozan con los codos, y exprimen unos limones en la mesada… ¡Ay mamita! Yo en esa parte ni respiro: junto las patitas bien fuerte, eso sí, porque se me acartonan las medibachas cuando cortan esos limones.

Y entonces zas: en una de esas el fotógrafo le dice: «Dale, Meryl, ya estamos grandes para andar con el boludeo» y ella dice «tenés razón, Clint» y se le entrega la guacha, y se ponen a contemporizar como si se acabara el mundo, desparramados en el mosaico. ¡Ah, es un alivio cuando juntan esos pelos! Y a mí me agarra todo junto: los calores y la culpa, todo a la vez.

La película termina muy triste para todo el mundo menos para el Zacarías, que vuelve lleno de pescados y no se entera de nada. Hay una escena en donde aparece el Clint, abajo de la lluvia, llorando de amor porque los ve a Meryl Streep y al Zacarías con los chicos, saliendo del Coto, y él sabe que se tiene que volver a Buenos Aires porque no hay nada más que hacer. Y ahí termina. Y es cuando yo, media llorando y media prendida fuego, lo codeo al Zacarías para despertarlo y le digo bajito:

—Viejo, ¿no tengo un aire a la Meryl Streep yo? —mientras le meto la mano por abajo de la sábana para darle cuerda. 

Y él, que ya se sabe perdido, me dice: 

—¿Otra vez pasaron esa cinta del puente? ¡Me cago en diez! Al final vamos a terminar garchando cada vez que tengas ganas, así no hay quien duerma en esta casa… —y aunque siempre se queja, el Zacarías se saca la camiseta sin ganas, y él mismo apaga la luz de arriba para prender la chiquita. Y todo el mundo sabe que cuando el Zacarías prende el velador…

Mirta G. de Bertotti
(Personaje de una novela de H. Casciari)