Cómo hacer los pastelitos de los sábados
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Más respeto que soy tu madre

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Otra vez es sábado en casa de Mirta y tiene todo listo para contar una receta que repite desde que tiene memoria: sus clásicos pastelitos. 

La masa.

Sobre la mesada poner la harina y hacer un hueco en el centro. Agregar el huevo batido con la grasa. Ver aparecer a la Sofi diciendo que otra vez el Caio la mira bañarse y después se pajea. Entonces mezclar los ingredientes y a su vez gritar «¡Caioooo, vení para acá!», e ir agregando agua y harina despacio. Mandar a abrigarse a la Sofi que está en bombacha y corpiño, y concentrarse hasta obtener un bollo bien firme. Amasar puteando a tus muertos hasta obtener una masa lisa y ver llegar al Caio con los ojos desorbitados diciendo «qué hay, vieja». En ese momento tapar la masa, dejarla descansar media hora y aprovechar para cagar a patadas al Caio.

El relleno.

Una vez castigado el hijo vuelta y vuelta, colocar el dulce de membrillo en una sartén, cortado en trocitos. Oír llegar al Nacho a casa y parar la oreja hasta escucharlo discutir con el Zacarías; agregar el azúcar, el vino y revolver nerviosamente sobre el fuego hasta oír los primeros golpes e insultos en el comedor; retirar de la sartén diciendo «ya están estos de nuevo», dejar enfriar y salir disparando a defender al Nacho de las garras del bruto de tu marido.

El armado.

Volver a la cocina toda rasguñada y estirar la masa hasta dejarla fina; llamar a todo el mundo para tener vigilada la tropa; dividir en tiras anchas, y de esas tiras cortar cuadrados diciendo, sin mirar a nadie, «ustedes me van a poner loca». Ir tirándoles cachitos de membrillo a los hijos varones para que no se peguen entre ellos, y poner en el centro de cada cuadrado una cucharadita de dulce; pintar con agua alrededor. Decirle a la Sofi: «¡Te estoy mirando, calientapija!», cuando intente mostrarle una teta al hermano para que a este se le pare. Presionar alrededor del dulce y levantar las puntas, para darle la forma de pastelito.

La cocción. 

Pedirle al Zacarías que caliente la vegetalina en una cacerola, más que nada para que se sienta útil. Cuando esté caliente (la vegetalina, no el Zacarías) ir echando los pastelitos mientras se le hacen señas al Nacho de que no diga nada al padre sobre su nueva condición sexual. Cuando estén doraditos de abajo, darlos vuelta unos segundos para dorarles la panza. Quitar las manos del Caio de la sartén diciendo: «¿Estás drogado, mogólico?». Escurrir los pasteles y los dedos del Caio en papel absorbente, y salir disparando a vender el producto a las clientas del barrio antes de que los Bertotti en pleno empiecen a picotear.

Mirta G. de Bertotti
(Personaje de una novela de H. Casciari)