Crisis global y ludopatía
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En Europa hay crisis, pero no proliferan las salas de bingo, ni la lotería clandestina, ni la adicción a la hípica, como quizás ocurre en los países emergentes. 

De un tiempo a esta parte, en el llamado primer mundo está pegando muy fuerte (sobre todo en las juventudes menores de treinta años) el juego de azar que se practica desde las computadoras: el cada vez más omnipresente brazo de los casinos en línea, las apuestas deportivas en directo y el póker virtual. Imparable, y muchas veces inconfesable, esta nueva adicción global todavía se debate entre lo tóxico y lo permisible. «La ludopatía afecta ya a los jóvenes más que la heroína y el alcohol», avisa esta semana cierta prensa en España, pero no toda la prensa. Solo informan sobre el asunto aquellos periódicos, radios y noticieros que no reciben suculenta publicidad de esas mismas casas de juego, o que no las aceptan. La otra prensa —que a esta altura ya es mayoritaria— intenta esquivar las estadísticas nocivas para no ofuscar a sus millonarios clientes, y prefieren dar a conocer otros datos; por ejemplo, que el póker online, jugado con paciencia y estrategia, puede reportar a cualquiera un sueldo de entre mil y tres mil euros al mes. Los dos informativos de televisión más vistos en España tienen, por lo menos una vez al mes, un publirreportaje con alabanzas indirectas hacia los juegos de azar virtuales. Y, por supuesto, ninguna información seria sobre el boom de estas adicciones. 

Aquí no pasa como en la Argentina, donde el azar está presente en las conversaciones, en las charlas de sobremesa y en los sueños. Aquí no ocurre que cuando te comprás un coche toda tu familia le juega a las tres cifras de la patente. Aquí nadie sabe que el dieciocho es la sangre, ni que el quince es la niña bonita ni, mucho menos, que el cincuenta y cinco son los gallegos. No está bien visto decir en voz alta que uno ha ido al casino el fin de semana, por ejemplo. Esos son recorridos de turistas o de ludópatas. La gente normal no apuesta, tiene una barrera moral sobre el juego muy parecida a la barrera del porno. Si se practica, no se dice. Sin embargo, el gasto en juegos de azar en internet se ha multiplicado por cinco con respecto al año anterior, con más de 3.000 casas de apuestas en la red. Los juegos preferidos son las apuestas deportivas y el póker, que, según los psicólogos, resultan más adictivos porque son métodos disponibles desde casa. «La satisfacción es inmediata, solitaria y anónima», aseguran los expertos, y uno no puede dejar de relacionarlo, otra vez, con la pornografía y con la culpa. Desde que tenemos memoria, junto a las malas rachas económicas de los pueblos, llegan (en simultáneo, como cuervos alrededor del moribundo) los vicios ludópatas. Esto no ha cambiado. Solo que ahora las crisis parecen ser globales y las tentaciones se manifiestan online. Ni siquiera hay que salir al almacén de enfrente para jugarle tres pesos a «la desgracia» en la clandestina. Las nuevas crisis traen consigo desahogos también modernos y novedosos. Aunque la falta de dinero sea la misma en todas las épocas, y el modo en que te quitan las monedas resulte idéntico. 

Hernán Casciari