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Pausa
La broma que le hicimos al Colo se llama «la estrategia del banderín» y siempre salía perfecta, yo no sé por qué esta vez salió mal. Es una broma muy simple: solamente es necesario que la víctima viva en un departamento. La broma requiere de dos elementos nada más: un banderín del equipo de la víctima y un petardo.
Los países que tienen la desgracia de pasar diciembre y enero entre bufandas y estornudos celebran la Navidad sin ganas, como si el festejo fuese una tortura que hay que soportar una vez cada doce meses. Como los chequeos médicos, como las declaraciones juradas.
Esto me pasó a finales de 2002. Yo estaba en Madrid, hacía menos de un año que vivía en España, y ya extrañaba un montón Buenos Aires. Tenía un trabajo nocturno bastante aburrido, y esa noche me estaba yendo a trabajar. Eran las dos de la madrugada. Iba tranquilo por la calle, escuchando música con los auriculares. Escuchaba tango, porque cuando vivís en Europa y es de noche siempre escuchás tangos para sentirte peor.
Estuve casado quince años con una española, y la primera cosa horrible que pasó en la convivencia tuvo lugar una madrugada de junio del año 2002. Yo estaba acostumbrado a mis orígenes argentinos y di por sentado que ella, mi mujer, se iba a despertar a las cinco de la mañana para ver conmigo el Mundial de Japón. Ni en pedo.
Lo que voy a contar pasó cuando todavía existían las pesetas, exactamente el día que me quedé sin ninguna. Con treinta años recién cumplidos, yo vivía en una pensión del barrio de Gràcia. Una cama, un escritorio, el baño afuera. Hacía poco que estaba en Barcelona y Cristina ya me había empezado a pagar los cigarros.
Mientras escribo esta columna de papel hay otra columna, de humo, que comienza a disiparse por voluntad propia. El cielo de Europa vuelve a parecerse a un cielo, y los aeropuertos de más de quince países regresan a la normalidad después de dos semanas de cancelaciones, retrasos y aplazamientos.
Los escándalos por pederastia en ciertos sectores de la Iglesia Católica, que aturden a Irlanda, Alemania, Francia y Gran Bretaña, comienzan a oírse, con mayor recelo pero con firmeza, también en España e Italia, países donde la fe católica está más arraigada.
En Europa hay crisis, pero no proliferan las salas de bingo, ni la lotería clandestina, ni la adicción a la hípica, como quizás ocurre en los países emergentes.
La especulación del ladrillo, que en Europa se conoce con el eufemismo de «burbuja inmobiliaria», está destapando más miserias humanas de las previstas.