¡Usa unas palabras este hombre, que se me acartonan las medibachas inmediatamente! Mientras nos enseñaba sus trucos, hacía malabarismos con el disco de la masa, la giraba con un dedo y hablaba, todo a la vez. La Sofi y yo teníamos la boca abierta y no podíamos dejar de sentir su perfume: el perfume inconfundible de los hombres de mundo. Los varones Bertotti, en cambio, dicen que Douglas es medio amanerado. Es la envidia, digo yo. ¡Cómo me va a costar esta noche meterme en la misma cama con el esquenún del Zacarías!