Anoche le pregunté a don Américo qué le vio a la chirusa, y su sinceridad me dio asquete:
—Sechualemente é una Kawasaki —me dijo, arqueando las cejas en triángulo.
Es muy complicada la vida desde que llegó Ling a casa. Por un lado está el Caio, que se siente intimidado con la gente de otros colores. Le pasa de chiquito, desde una vez que en los corsos lo cagó a trompadas un travesti disfrazado de japonés. Pero lo cierto es que el nene lo que tiene es celos, porque desde que apareció la china, el Nonno no le da más bola a su nieto.
—Abuelo, ¿vamos a fumar porro a la vereda?
—Non posso, bambino. En mezza hora tenco que culiá.
—¡Pero si ya culiaste hace un rato! —se queja el Caio—. Yo con la Carmencita culeo una vez por día nomás.
—Una cosa é una enanna e altra cosa é una chinessa —le explica el Nonno—. A la enanna hay que regarla poco perque iguale non creshe.
El Zacarías está escorchado también, porque el Nonno está empecinado en que mi marido la trate a la chinita como una más de la familia:
—Yo no sé qué le viste a esa china culo al revés, papá.
—Non le dica «china culo al revé» —se enoja el Nonno—, dechíle «mamma culo al revé».
Y la Sofi, que era la única que se tomaba las cosas con calma, ayer explotó:
—Má, ¿no viste dónde dejé los escarpines que le estoy tejiendo al Zacarías chiquitito? —me pregunta, entrando a la cocina.
Pero no hizo falta que nadie le contestara, porque ahí nomás la vio a la chinita que estaba comiéndose un plato de arroz con las agujas número tres de la nena. Y ardió Troya.
Para peor, el Nonno está emocionado porque su novia también usa mascarilla. Piensa que es un mensaje del destino. Nosotros le explicamos que en esos países hay dando vuelta una enfermedad respiratoria, pero él no se lo cree:
—Non é per la peste —dice—. É perque admira al Miquele Jackson, come ío.
—Pero Nonno, pregúntele y va a ver —le digo yo. Pero no hay caso, porque el abuelo y la oriental se comunican con gestos, y cada cual entiende los gestos del otro como mejor le parece.
Andan todo el día en la cama, desnudos, y piden a los gritos el desayuno y el control remoto. Yo, que tengo mil cosas que hacer en la casa, no puedo estar atendiéndolos. Ya se los dije:
—Don Américo, usted perdóneme —le digo—, pero supuestamente la Yoko Ono llegó a esta casa para limpiar, no para que la atiendan… Así que vaya diciéndole que se vista, que hay una pila de ropa para lavar.
Pero el abuelo dale que dale. Dice que sí, que Ling llegó como doméstica, pero que ahora es su mujer. Que se van a casar y que van a tener chinitos.
—¡Pero papá! ¡Si vas a cumplir ochenta la semana que viene! —se desespera el Zacarías, que no quiere, por nada del mundo, tener más hermanitos.
—¿E Menem? —se defiende el Nonno—. ¿O il papá del Culio Iglesia? ¿E Chapline? Si esos tuvieron figlio di vieco, ío también posso. Ademá tenco l’asperma conquelatta en el frízzere desde hace molto.
—¿Cómo que tiene esperma congelado en el freezer? — digo yo, asqueada—. ¿Adónde?
—A la cubettera —dice el Nonno—. L’anno pasatto me conquelé una pajitta, per la duda.
—¡Pero avise, Américo! —le digo—. Mire si alguien anda buscando hielo y se confunde…
—Imposíbile. Perque le puse un cartele: «Non é cubitto, é famiglia».
Me lo quedo mirando, sin saber si me habla en serio o si me está cachando. Nunca se sabe con el Nonno.
—不要吃鼠 —me avisa la chinita cuando estoy saliendo.
—¿Qué dice su novia, Nonno? —le pregunto a don Américo.
—Que la ratta questá a la heladera tampoco te la manshe, perque é la nostra chena di domani.
Hay veces que una no sabe si es la arteriosclerosis o una nueva forma de vejez que está naciendo en el mundo. Pero sea lo que sea, me hubiera encantado un suegro normal, como en todas las familias.