El sexo en la tercera edad
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Más respeto que soy tu madre

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Ayer a la tarde don Américo estaba muy alicaído porque su ídolo máximo, el Michael Jackson, estaba prófugo y perseguido por la Justicia. Mi suegro es fanático del cantante desde los años ochenta; ahora ya mucho menos que antes porque un día se quebró la cadera bailando breakdance, pero siempre siguió oyendo sus discos. 

Estuvo hasta la noche escuchando en la radio las últimas novedades, y dos por tres gritaba:

—¡Non te entregués, Miquele, escuendéte!

Y fue ahí, escuchando la radio, cuando el ánimo le cambió por completo: ahora está eufórico. Se acaba de enterar que Menem ayer fue padre a los setenta y tres años, y desde que lo supo se olvidó de Michael Jackson: ahora quiere rehacer su vida y darle un hermanito al Zacarías.

—¿Non te piachería un germano per cugare, figlio? —le dijo anoche en la mesa.

Yo creo que mi suegro siente mucha culpa por la infancia de mierda que le dio a mi marido, y ahora necesita emparchar un poco tantas cagadas. También creo que de un tiempo a esta parte se empezó a deteriorar mucho de la cabeza. 

—¡Pero qué dice, papá, si usted no tiene novia ni nada! — le dice Zacarías, que a mí me parece que en el fondo le encanta ser hijo único. Los demás nos reíamos por la salida de don Américo, pero la Sofi, que es una malhablada y sobre todo en la mesa, le pregunta:

—¿A vos se te levanta la poronga, abuelito?

Nos quedamos todos mirándola con el corazón en la boca. Por un lado la pregunta nos pareció muy fuerte, pero por el otro ya era hora de que alguien le preguntara algo así a un anciano, porque mayormente es el deseo de todo el mundo saber si a los viejitos les funciona el aparato.

Yo siempre digo que la juventud de ahora es menos hipócrita que nosotros y pregunta las cosas abiertamente. Y además es una juventud muy curiosa, que cuando crece utiliza esa curiosidad para hacer avances científicos y ganar los premios Nobel. Lástima que, en este país, los padres de la juventud de ahora tengan tan poca visión del talento ajeno y además la mano tan larga, porque el Zacarías le dio un revés de zurda a la maleducada de la Sofi que seguro a la nena ahora no le quedan ganas de inventar la vacuna contra el cáncer cuando sea grande. Un Bertotti más que se pierde la comunidad científica.

Por otro lado yo no quise decir nada en la mesa para no volver a sacar el tema, pero más de una vez entré al baño apurada y me lo encontré a don Américo en la ducha, y no solamente que se le levanta, sinó que la tiene enorme. Y eso que generalmente en el agua encogen. Yo, la verdad, muchas veces pienso que el Zacarías es adoptado en el terreno de las medidas sexuales.

Mirta G. de Bertotti
(Personaje de una novela de H. Casciari)