La foto de Wasmosy
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Pausa

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El mejor infarto de mi vida

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Hoy, catorce de julio, se cumplen veinte años de un hecho intrascendente que (por mi culpa) generó malestar diplomático en un país hermano y le trajo problemas a mi mejor amigo Chiri. Tiene que ver con el robo de símbolos patrios en territorio extranjero. Específicamente, un retrato presidencial. Lo conté hace cinco años en la revista Orsai (ese fue mi error), pero es necesario refrescarlo en este aniversario. Ocurrió el 14 de julio de 1995 y ya es hora de que se levante ese castigo injusto.

En 1995 empecé a trabajar en una revista de economía que se llamaba Énfasis, en Buenos Aires. Yo usaba traje, era flaco: hermoso. Un par de meses después de que me aceptaran en el empleo, logré que incorporaran también a Chiri. El señor Weigandt, el director de la revista, tomó a mi amigo a prueba durante una semana, para ver si funcionaba.

Su primera labor, la prueba de fuego de Chiri, fue ir a la Embajada de Paraguay a conseguir una foto del presidente Wasmosy. Estábamos cerrando un especial de logística sobre el Mercosur y solamente nos faltaba esa foto; ya nos empezábamos a desesperar por esa foto. Chiri entendió, en su primer día de trabajo, que si cumplía ese recado menor, pero urgente, podría obtener una buena impresión inicial. Entonces dijo:

—¡No se preocupen, ya está hecho! —y se fue.

Pero no tuvo suerte. En la Embajada no le quisieron dar ninguna foto del presidente del país hermano. Chiri supo que se estaba jugando el puesto, así que insistió. Le dijeron que regresara el lunes. Entonces insistió más, porque no podía volver el lunes. Y le dijeron que se fuera.

Cuando volvió a la redacción, sin embargo, Chiri traía bajo el brazo un retrato inmenso del presidente Wasmosy. El primer mandatario del Paraguay estaba mirando al horizonte, impoluto, con la banda tricolor al pecho. Nos sorprendimos un montón, porque era un retrato enmarcado en roble, de treinta por cuarenta y cinco. Le preguntamos a Chiri quién le había cedido la imagen.

—La descolgué de la pared de la Embajada antes de irme, porque no me querían dar ninguna —dijo mi amigo.

Éramos siete en la mesa de trabajo de la redacción. Es decir, fuimos catorce ojos que se quedaron mirando a Chiri con estupor.

El robo de símbolos patrios en territorio extranjero era entonces, y es ahora también, delito internacional. No te viene a buscar un policía argentino en un patrullero cuando te robás la foto de un presidente del Paraguay. Viene a buscarte la Interpol. Vienen a buscarte tres tipos de traje negro con anteojos oscuros, uno de ellos rubio y el otro con audífono blanco en la oreja. El juicio por lo general es corto, porque el Gobierno del agresor prefiere no tener conflictos diplomáticos y nadie te ofrece una defensa digna.

Lo miramos a Chiri y entonces hicimos las cuentas con el Código Penal en la mano: a mi amigo le correspondían tres años y ocho meses de prisión efectiva, no excarcelable, y sin fianza. Pero ojo: cuatro años en cárceles del Paraguay, que no es lo mismo que cuatro años humanos. Pasa igual que con la edad de los perros: a las penas de cárcel paraguayas hay que multiplicarlas por siete. Porque te culean, día y noche.

Mi amigo Chiri, sin embargo, no era consciente de su gesta cuando entró a la redacción con el presidente Wasmosy en el sobaco. Entregó la foto sin mucho espamento y se sentó en su escritorio a esperar que la escanearan para devolverla. Así dijo. Para ir a devolverla. En esa época fumábamos mucho porro, y yo creo que Chiri pensó esa tarde que la vida era sencilla. No entendió nunca por qué todos lo mirábamos con la boca abierta. Tampoco entendió cuando el señor Weigandt, nuestro jefe, se acercó a él, le puso una mano en el hombro, y le dijo:

—Si mañana estás en el país, querido, el puesto es tuyo.

Los siguientes cuatro días nadie vino a llevarse preso a Chiri, y entonces Weigandt cumplió su promesa y lo contrató. La foto de Wasmosy está ahora, enmarcada, en el comedor de la casa de Chiri.

Cada vez que voy a visitarlo y la veo, a la foto, siento que mi amigo es un héroe.


Actualización

Cuando conté esta historia por primera vez hace cinco años, en la revista Orsai, los medios paraguayos levantaron la información. Uno de los periódicos sensacionalistas más leídos (El ABC Color) tituló muy feo: «Periodista robó foto de Wasmosy de Embajada paraguaya»

Desde entonces Chiri tiene prohibida la entrada a Asunción (tanto por tierra como por aire) y vedado el uso regular de productos autóctonos de aquel país.

Hoy, que ya han pasado veinte años exactos del hecho (tiempo en el que prescriben las causas diplomáticas) le pido a las autoridades del país hermano que le levanten el cepo turístico a Chiri.

El lunes que viene es el Día del Amigo en Argentina y le quiero regalar una hamaca paraguaya.

Muchas gracias y perdón.

Hernán Casciari