La trampa de McCracken (*)
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Pausa

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Una playlist de 125 cuentos

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Esta historia capaz les interese más a los fanáticos del fútbol, pero tiene una moraleja triste que le sirve a todo el mundo. Lo que voy a contar nos enseña que a veces hacemos las cosas sin saber por qué.

En la primavera de 1904, Billy McCracken y Frank Hudspeth eran zagueros del Newcastle, un equipo de fútbol que nunca había ganado un torneo inglés y que además se la pasaba perdiendo cada partido por más de nueve goles.

En esa época, principios de siglo veinte, había muchos goles por partido porque se jugaba muy distinto a hoy: el esquema más habitual era un dos, tres, cinco: es decir, cinco delanteros y solamente dos defensores. Por lo general, el arquero pegaba un pelotazo muy alto y todos corrían como locos a buscar la pelota al arco contrario.

Si bien existía una ley del orsai rústica (una inventada en 1863, donde un delantero debía tener por lo menos tres defensores delante), este inciso había sido creado solamente para que nadie se quedara colgado en el área esperando el pelotazo. Nada más que para eso. Y la ley se acataba con normalidad.

Pero, en 1904, Billy McCracken tuvo una idea. Una tarde, en el vestuario, le dijo en voz baja al segundo zaguero (a Frank Hudspeth):

—Escucháme, Frank —le dijo—, ¿qué tal si el próximo domingo nos hacemos una seña y damos unos pasos al frente justo cuando parta el pase contrario?

Frank era un poco estúpido y no entendió. Le dijo:

—¿Pero qué ganaríamos con eso?

Y McCracken buscó una tiza y dibujó en el suelo las posiciones en la cancha.

—Nosotros damos este paso al frente —le dijo—, los dos al mismo tiempo, y la ilusión óptica le va a hacer creer al árbitro que el jugador contrario está en orsai.

Frank se quedó con la boca abierta: no podía creer que una trampa tan simple no se le hubiera ocurrido a nadie en cuarenta años de fútbol. Pero era verdad: no se le había ocurrido a nadie… ¡Y lo hicieron!

Gracias a este engaño, el Newcastle ganó la Liga de Fútbol Inglesa de 1905, 1906, 1907 y 1908, consecutivas… sin que nadie pudiera entender por qué.

En 1908, de hecho, fue el campeón con menor cantidad de goles en la historia del fútbol inglés; de hecho, el Newcastle empató cero a cero durante seis partidos.

Cuando descubrieron el truco, los demás equipos de la liga inglesa empezaron a usar este sistema del achique. Todos empezaron a usarlo, y los espectáculos de fútbol cayeron drásticamente en cantidad de goles… y en emoción.

Entre 1910 y 1920 la gente empezó a ir menos a la cancha, los delanteros no sabían qué hacer con sus vidas y los hinchas bostezaban a cada rato. Para peor, cuando Billy Mc- Cracken fue demasiado viejo para jugar de zaguero, se convirtió en director técnico y quiso seguir usando su invento.

Entonces, la Asociación de Fútbol de Gran Bretaña decidió hacer todavía más complicada la ley del offside, en vez de, simplemente, impedir la del achique, que hubiera sido lo más normal. El error fue tremendo.

El primer cambio a la regla clásica ocurrió en 1925, y es conocida como la regla actual. La regla actual cambió la palabra «antepenúltimo» por la palabra «penúltimo», para que los partidos no fueran tan aburridos después de la trampa de McCracken.

Volvieron los goles durante varios años, pero ya en nuestra época el fútbol se volvió más físico, se volvió más técnico, y entonces una tarde de 1990, después del aburridísimo Mundial de Italia, se decidió que si el atacante y el defensor estaban «en la misma línea» ya no habría offside.

En ningún caso nadie pensó en impedir la trampa de Mc-Cracken, que hubiera sido lo mejor. Y hoy los lunes, después de cada partido, hablamos horas enteras sobre el offside. Los periodistas, los hinchas, todos. Acatamos esa ley, discutimos esa ley, sin saber ni desde cuándo ni por qué esa ley está ahí. Como la vida misma.

Hernán Casciari