Los hinchas de Borges
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Pausa

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Una playlist de 125 cuentos

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Yo no leo a Borges, yo soy hincha de Borges. Para ser hincha de Borges, pero hincha en serio, es necesario ir todos los domingos a la cancha. No vale con ser simpatizante; es decir, no vale comprarse tres o cuatro libros de Borges durante toda la vida y ponerlos en el estante. No vale haber leído a Borges.

Para ser hincha incondicional de Borges, por lo menos la poética completa (el libro gordo con todas las poesías) tiene que estar siempre en el baño, arriba de la canasta de la ropa, al lado de la revista del domingo y del diario deportivo del lunes.

Para empezar, hay que saber que Borges dijo todo lo necesario que había para decir en el mundo. Si no tenés bien clarito esto, no podés ser hincha de Borges. Las demás cosas que dijeron —o que escribieron— todos los demás escritores (y los filósofos) pueden estar bien, pueden estar mal, pueden estar muy bien, pero no son tan, tan fundamentales como las cosas que dijo Borges.

Por eso, en cualquier conversación sobre cualquier tema, un hincha en serio no tiene otra opción más que decir cada dos por tres: «¡Boludo, pero eso ya lo dijo Borges!» y poner cara de barrabrava.

Los hinchas de Borges no son intelectuales, les importa un carajo las siguientes palabras: semántica, silogismo, hipertexto, entre línea, epistemología. Un carajo, les importa.

Los hinchas de Borges no compran nunca, ni a punta de pistola, libros que estudian la obra de Borges. Ni tampoco compran libros que chusmean sobre su vida privada. Con excepción del diario íntimo de Bioy Casares. A ese sí hay que comprarlo, para hacer enojar a María Kodama. (Para los hinchas, Borges es Batman y María Kodama es el Guasón).

Lo que sí hacen los hinchas, muy seguido, es juntarse en un departamento a fumar y a leer a Borges en voz alta, pasándose el libro cada tanto para que no se le seque la garganta a nadie.

Se empieza con la poética y se sigue con algún cuento. Después, más o menos a las dos de la mañana, se entremezcla algún ensayo corto para no caer en el fanatismo barato.

Si bien no es conveniente conversar mucho durante esas lecturas, está permitido decir alguna palabra propia.

Por ejemplo, alguien lee: «A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: / la juzgo tan eterna como el agua y el aire». Y entonces alguien puede decir: «¡Qué hijo de una gran puta! ¡Qué genio Borges!».

Las hinchas femeninas de Borges fuman mucho, fuman como escuerzos, y son bastante liberales en lo sexual. Puede invitarse a alguna señorita tímida también, o conservadora, pero entre la medianoche y el alba pasan dos cosas: o se queda dormida (en ese caso hay que despertarla y decirle que lo suyo es Neruda), o entiende de golpe el mundo y empieza a manotear la poronga del que está leyendo.

Hablando de esto: una conversación muy tópica es la que gira sobre la sexualidad de Borges. A un barrabrava serio no le importa si a Borges se le erguía o no se le erguía la chota en la intimidad. No le preocupa en lo más mínimo que su literatura esté exenta de salvajismo sensual.

Los hinchas están en contra de Estela Canto y de todas las mujeres que se han querido hacer famosas a costa de la impotencia del escritor. Si Borges no se las culeaba es porque él no quería.

Pequeños detalles para ser un buen hincha: los libros de Borges no se prestan, se regalan. Está permitido decirle «el ciego» en la intimidad, pero nunca adelante de gente que no sea barrabrava.

No necesariamente hay que obsesionarse con las espadas, ni con los espejos, ni con el color amarillo, ni mucho menos con el idioma alemán. Una cosa es ser fanático y otra cosa es ser un adolescente histérico.

Pero lo más importante, para un hincha, es no hacer alarde de Borges fuera de Argentina. No hay que decirle nunca a un extranjero que Borges es el mejor escritor en castellano de todos los tiempos.

Yo viví un montón de años en España. Y los gallegos se creen que Cervantes es el mejor del mundo. Están convencidos de esa pelotudez. No hay ni un español vivo que haya leído el Quijote entero, pero te dicen lo mismo, en voz alta… y se lo creen.

No hay que decir en España que Borges era el mejor. Porque a los españoles se les atraganta la paella cada vez que descubren que la Eurocopa a veces la ganan ellos…, pero ¿el Mundial…? El Mundial fue y será siempre color celeste y blanco.

Hernán Casciari