La canción se escuchó en el minuto 81 y decía así:
♫ Messi, Messi,
Messi subnormal,
subnormal,
subnormal. ♫ (Bis.)
Diecisiete personas cantaron esto, y les quitaron el carné de socios. Yo al principio pensé que los expulsaban por falta de ingenio en la estructura de la ofensa, pero no. Los expulsaron por lo contrario: por intentar ofender y conseguirlo. Es casi un premio injusto para una canción tan mala, pero fue así. Y a la opinión pública, que está cada vez más susceptible, le encantó la medida.
Así que desde el próximo fin de semana la Federación Española de Fútbol se propone evaluar todos los cantitos de tribuna, todos, para denunciar a los que son incorrectos.
A mí esto me parece una idiotez tan hermosa, que miro el reloj a cada rato para que llegue el sábado y ver entrar a la cancha a este grupo de taquígrafos, o de escribanos con cuadernito, de saco y corbata, y verlos tomar nota de lo que canta la gente drogada y borracha en la tribuna:
—¿Con qué dicen que se laven el culo, Gutiérrez?
—Creo que dicen que con aguarrás, señor.
Me los imagino, atentos y vigilantes, y me muero de amor.
Este grupo de escribanos, si Dios quiere, se va a encerrar después a escuchar todos los cantitos y si encuentran alguna ofensa en las letras (Messi subnormal, Iniesta pelado, Pepe psicótico) denunciará a los aficionados ante el Comité Antiviolencia.
Todavía no queda claro si el objetivo es encerrar en la cárcel a los cantautores, cosa que no pasaba desde el franquismo, o si la idea es rehabilitarlos en centros especializados, para que cuando salgan canten versos más convenientes.
Sea una cosa o la otra, a mí me asalta una duda. ¿Qué pasa si desde la semana que viene, por precaución, los hinchas desarrollan versos irónicos desde la tribuna?
♫ Messi Messi tiene
capacidades
diferentes. ♫ (Bis.)
¿O qué pasa si empiezan a entonar canciones literales para referirse a un morocho? Por ejemplo:
♫ Dani Alves
posee melanina
en la piel. ♫ (Bis.)
¿Qué pasaría, quiero decir, si el absurdo nos lleva a un absurdo más grande? Pasaría, creo yo, lo que pasa cuando una sociedad evoluciona: que busca la grieta del humor como escape a la idiotez.
No puede ser malo que aparezcan taquígrafos evaluando los cantitos de tribuna. No puede ser malo porque gracias a esta ridiculez los nuevos cantitos van a ser más complejos, y las hinchadas van a tener que usar, a la fuerza, herramientas que antes no usaban: la metáfora, la sinécdoque, el sarcasmo… ¡El ingenio!
Y ya era hora, porque hace quince años que voy a la cancha en España, y me muero de aburrimiento cuando miro las tribunas y escucho lo que dicen. Cantarle a Messi subnormal, o negro de mierda a Samuel Eto’o, no es ofensivo, es inocuo.
Ahí no hay ni incorrección ni hay xenofobia, lo que hay son pocas ganas de pensar algo divertido para herir mejor al delantero contrario y provocar que no nos cague a goles. Ese es el objetivo.
Y no es un problema del fútbol. Pasa lo mismo en la política, en el arte. Pasa en todas la sociedades que se aburguesan: se multa siempre al desubicado, pero jamás se castiga al mediocre.