Prelactancia, divino tesoro
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Pausa

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Los consejos de mi abuelo facho

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Cuando se abre el telón, Alex y Lucas ya ocupan el centro de la escena, y están conversando con tranquilidad. No tienen más de cinco años cada uno, y son amigos desde siempre. Están en el arenero de la plaza del Hospital, rodeados de moldes, baldes de colores y juguetes. Es una mañana calurosa en Mercedes.

LUCAS.- Ayer a la tarde estaba medio tristón, medio melancólico, y me puse a gatear en cuatro patas por el comedor.

ALEX.- Onda revival.

LUCAS.- Sí, me pegó retro. ¿Pero sabés qué descubrí? No sé más gatear. Me olvidé completamente del mecanismo.

ALEX.- Es lógico, Lucas. Ya tenemos una edad. Hay un trabajo óseo que uno ahora ya no controla. Yo hace una punta de meses que no gateo. Treinta, cuarenta meses debe hacer.

LUCAS.- Probá un día. Vas a ver que las piernas no te responden, te falta el aire… Yo ayer tardé cuatro minutos doce segundos en hacer el trayecto living-cocina-baño, cuando de pibe clavaba el reloj en minuto y medio.

ALEX.- Yo también era una bala, de bebito.

LUCAS.- A mí se me hace que ya estamos medio chotos, ¿no? Como que se acabó la joda.

ALEX.- ¿Vos decís?

LUCAS.- Qué sé yo. Me parece que la edad ideal es de los ocho meses a los tres añitos. Y después ya es todo cuesta abajo.

ALEX.- Y antes de eso también estaba bueno.

LUCAS.- No, de recién nacido y hasta los seis meses te la regalo… Sos como una bolsa con ojos llena de mierda. Cerrás los ojos, cagás, abrís los ojos, cagás… Y además no entendés nada del entorno.

ALEX.- A mí igual me gustó.

LUCAS.- En cambio desde los ocho meses, ¡festival!, empezás a entender los colores, pintan dientes, le cazás la onda al sonajero… No sé, la cosa se pone buena. Ya sos un señor bebé.

ALEX.- Es cierto. La vida es un paraíso hasta los tres años… Cualquier boludez que hacés te la aplauden. ¿Le decís «puta» a la abuela? Se cagan de risa. ¿Reconocés una letra? Te dan caramelo. ¿Sabés el tiempo que hace que mi vieja no me festeja un logro?

LUCAS.- Es que ahora tenés que recitarles la tabla del tres haciendo la vertical para que te presten atención. No los arreglás con biyuterí. Quieren cosas complicadas porque, supuestamente, el señorito ya va al jardín.

ALEX.- Los otros días mi vieja estaba en la cama y le traigo de regalo una artesanía que hice con barro y polenta. Una belleza, la artesanía. ¿Vos te pensás que se emocionó o algo? ¿Vos te pensás que soltó un gracias, un qué hermoso, un me impactaste?

LUCAS.- ¿Qué te dijo?

ALEX.- “Chancho de mierda, mirá cómo dejaste la alfombra”.

LUCAS.- Si hubieras sido un bebé te daba besos y llamaba por teléfono a tu abuela para contarle la hazaña.

ALEX.- Posta.

LUCAS.- Qué hijas de puta las madres. Así, en general.

ALEX.- No son las madres. A mí me parece que se puso densa la vida. Hay mucha responsabilidad, mucho sacrificio. Y poca recompensa emocional…

LUCAS.- Igual a mí, más que el problema del alma, me preocupa la debacle física.

ALEX.- Te quedaste mal con lo del gateo.

LUCAS.- El gateo y el cuerpo en general… Antes, por ejemplo, yo me caía de cualquier lado y no me hacía ni un raspón. Jailánder, era.

ALEX.- Es que teníamos los huesos flexibles.

LUCAS.- Mi vieja, por culpa de la depresión post-parto, no podía alzarme mucho, y entonces dos por tres los brazos le claudicaban y yo me iba al suelo. ¡Y ni un chichón, hermano, nada!

ALEX.- Cuando sos bebé sos como un gato; siempre lo digo.

LUCAS.- Ahora cada vez que me caigo me tienen que poner un yeso, o un collarcito en el cogote. Parezco de bacará. Y si de casualidad me caigo y zafo, mi vieja del susto me caga a patadas.

ALEX.- Eso nunca lo voy a entender de los grandes.

LUCAS.- Qué cosa.

ALEX.- Que castigan inverso. Ponéle que estás en Harrod’s y te perdés, ¿no? Si te encuentran seis horas después, te abrazan y te dan besos. Si te encuentran a los diez minutos, te revientan la cara de un sopapo.

LUCAS.- Ajá.

ALEX.- Ey, Lucas, ¿qué te quedaste pensando?

LUCAS.- En cuando te perdés… En la calle. O en la playa. O sobre todo en el supermercado… Perderse es muy loco, es una sensación muy heavy metal.

ALEX.- Yo me cago de miedo. Me agarra una cosa acá, un desasosiego, que empiezo a caminar en redondo, y me pienso que todas las polleras son la de mi vieja, y me entra un llanto horrible, como de sirena de barco… Es de las cosas más chotas que hay, perderse.

LUCAS.- Sí, ¿pero a la vez no te cabe un poco, no tiene un toquecito de libertad, de libre albedrío?

ALEX.- No. Yo me cago en las patas.

LUCAS.- Yo también, pero atrás de todo siento orgullo. Se me pone la mandíbula como un turrón namur, y me entra un fresquete por la barriga… Pero no lloro, no histeriqueo ni nada. Me hago el grande. Se me saltan las lágrimas y yo ahí, quieto. Me gusta esa situación límite, ese vértigo.

ALEX.- A mí la situación límite que me gusta mucho es cuando dejás a un grande encerrado afuera.

LUCAS.- ¡Ah! ¡Dejar encerrado un grande y comer sandy con los dedos: las dos mejores cosas que hay!

ALEX.- ¿Vos viste cómo te habla un grande desde atrás del vidrio, cuando la llave la tenés vos? Es como si le estuvieran pidiendo plata prestada al banco.

LUCAS.- Se ponen modositos los pelotudos, se ponen dóciles. “Lucas, subite a la sillita mi amor, y abrile a mamita, que acá afuera hace frío”. ¡Qué pajertos!

ALEX.- El tonito lo caretean, pero al gesto no pueden. Tienen los ojos salidos para afuera como la rana rené, pero te quieren convencer de que no pasa nada. Me encantan los grandes cuando están acorralados.

LUCAS.- Sí, pero igual es medio jodido ese juego. Tenés que saber manejar muy bien el factor tiempo.

ALEX.- En mi casa, de cinco a diez minutos es anécdota: todo bien. Media hora ya estás jugando con fuego. Y si te pasás de la hora y media andá preparando el orto para los chancletazos.

LUCAS.- Cuanto más tiempo pasa, más va creciendo la paliza, entonces más miedo te da abrir, y más tiempo pasa. Es un redondel vicioso.

ALEX.- Como tocarse el pito por abajo de la cobija. Sabés que es pecado, pero no podés parar.

LUCAS.- ¿Quién te dijo que es pecado?

ALEX.- Claro que es. ¿O por qué te pensás que hay que hacerlo a escondidas?

LUCAS.- Las cosas son a escondidas porque son pecado, por el qué dirán, o porque son de puto.

ALEX.- ¿Y tocarse el pito de qué grupo es?

LUCAS.- Del qué dirán.

ALEX.- Mirá vos. Nunca entendí nada de leyes. ¿Y pedirle a tu prima que te muestre el hachazo, qué vendría a ser?

LUCAS.- Pecado.

ALEX.- ¿Y comer caca?

LUCAS.- Si es propia, qué dirán. Si es ajena, pecado.

ALEX.- ¿Mear en el bidet?

LUCAS.- De putos.

ALEX.- ¿Esconderse para no darle beso a una tía?

LUCAS.- Pecado por omisión.

ALEX.- ¿Buscar concha y teta en el diccionario?

LUCAS.- Podés alegar curiosidad intelectual. Es inimputable.

ALEX.- Lo dicho, Lucas. Cuando sos bebé vivís sin reglas, y todo te chupa el dedo.

(Telón)

Hernán Casciari